Este año, en el que se cumplen dos décadas de la Convención sobre Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, publicada en 2001 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es imperativo impulsar, más que nunca, modos para garantizar dicha salvaguardia y, en igual medida, hacerla visible a la población.
Investigadores de la UNESCO y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que participaron en la segunda jornada del seminario internacional “El Patrimonio Mundial y la civilización maya: Retos y alternativas”, puntualizaron dicha necesidad ante el contexto actual de cambio climático e incremento poblacional y turístico en esta área cultural y biótica que comparten México, El Salvador, Honduras, Belice y Guatemala.
El primer punto comentado en el foro virtual fue el relativo al acuífero que subyace en el suelo calcáreo de la península de Yucatán y el océano que la rodea, los cuales durante milenios han sido los creadores y garantes de la vida en esta geografía; una de las más biodiversas en el mundo y donde se aloja la reserva de agua subterránea más grande de nuestro país.
Sin embrago, expusieron especialistas del Proyecto Gran Acuífero Maya, del INAH, existen poblados donde se arroja la basura a los cenotes bajo la creencia de que no tienen fondo.
Asimismo, indicaron que un turismo mal encausado ha propiciado que en los cenotes se llegue a reunir a más de 20 bañistas simultáneamente, a menudo con la presencia de bebidas y otros residuos que contaminan el agua, junto con los desechos de los grandes consorcios turísticos que en las últimas décadas se han instalado en la región.
En este sentido, puntualizaron que el turismo es bienvenido en la península de Yucatán, pero debe normarse para garantizar que aplique cotidianamente las mejores prácticas de conservación de esos mismos atractivos que propician su existencia.
Asimismo, investigadoras de la Subdirección de Arqueología Subacuática, del INAH, refirieron que la vulnerabilidad del acuífero se ha acrecentado también por el incremento poblacional en dicha región, donde la construcción de espacios residenciales ha llevado al cambio de uso de suelo y, con ello, a la pérdida de superficies de selvas medias o altas.
Asimismo, señalaron la dificultad que existe para ‘hacer visible lo invisible’, como es el patrimonio cultural y natural del acuífero y del mar Caribe, el cual va más allá de los llamados ojos de los cenotes y de las costas: “a nivel mundial, es difícil dar a conocer el patrimonio sumergido sin causarle un daño, es decir, sin extraerlo de su contexto o afectar su valor científico en aras de su potencial educativo. No es fácil hacerlo visible”.
Pese a ello, autoridades la UNESCO encomiaron los esfuerzos que desde el INAH, a través de la SAS, se han hecho mediante iniciativas como el Proyecto de Arqueología Subacuática en el Nevado de Toluca, el cual ha difundido entre las comunidades aledañas a la elevación natural, la trascendencia del patrimonio que resguarda.
Otra iniciativa cuyos alcances fueron comentados es el Proyecto Banco Chinchorro, que ha registrado más de 70 pecios en aguas de este atolón quintanarroense, al tiempo que lo pone al alcance de nuevos públicos mediante recorridos virtuales, disponibles en la plataforma digital “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura.
Por último, arqueólogas de la SAS anotaron la importancia de no solo visibilizar los contextos patrimoniales que yacen sumergidos, sino volverlos accesibles a todas las audiencias, aspecto que se ha logrado mediante el Museo de Arqueología Subacuática, Fuerte de San José el Alto, en Campeche, cuyos contenidos pueden ser apreciados por personas con discapacidad por medio de recursos tecnológicos y arquitectónicos, además de personal capacitado expresamente para tal fin.