*Eréndira Zavala C*
Hablar de arte es entrar en un estudio de sus mil y una formas, un compendio de actividades que se llevan a cabo para buscar y encontrar medios que permitan expresar ideas, creencias, percepciones o emociones; perseguir actividades llenas de magia que den cuenta de aquello que se necesita dar a conocer, ya sea del entorno o de lo reservado en la mente y el alma.
Los sentimientos, las inquietudes y su relación con el mundo necesitan de una manera de comunicación que acerque la tristeza, la alegría, el dolor, la felicidad, la vida o la muerte, y al mismo tiempo, transporten -por un instante- a un espacio donde comulgan el pensamiento de quien lo crea y la perspectiva de quien lo vive.
El arte se encuentra en el dibujo con crayolas o lápices de un niño, en las líneas irreverentes del abstraccionismo o en la perfección esculpida del David de Miguel Ángel; escribir, danzar, cantar… son todas expresiones de lo mismo, de ese deseo que existe por contar lo que se trae dentro, una manera de hacer catarsis a través de compartir con otros, las experiencias. Por esto, es que creo firmemente que el arte es una actividad que debiera ser mejor considerada en beneficio del crecimiento de las personas, un crisol de sensaciones que den paz al corazón y al cuerpo.
Recuerdo mis clases de baile español, engarzadas con el ballet clásico, hawaiano y tahitiano y el baile folclórico, me encantaba asistir a dar piruetas y pararme de puntas, mientras la falda de tiras giraba alrededor; el arte había entrado a mi vida y ni siquiera me había dado cuenta. Luego comencé a devorar libros, esos que me transportaban a lugares inimaginables, aquellos donde vivía historias emocionantes y, en ocasiones, terroríficas.
A lo lejos, veo que el arte que en mi infancia y adolescencia me rodeó, abrió mi mente y me permitió ver la realidad de una manera distinta; siguió acompañándome y me dio criterio y visión; ahora, tengo la genial oportunidad de escribir y que me lean, de compartir una parte de lo que soy y pienso. El arte, sin saberlo, gira alrededor nuestro, solo hace falta que nos demos cuenta de él y lo apreciemos, que lo dejemos manifestarse y seamos capaces de permitirle entrar en nuestro mundo.