El trabajo pionero de la arqueóloga Lourdes Suárez Diez, en lo concerniente a la clasificación y el estudio de los materiales prehispánicos hechos con concha, continúa siendo innovador en la medida que recientes proyectos académicos lo han exportado para el análisis de otros materiales, como es el caso de los elementos arqueológicos de tipo óseo.
Un ejemplo de lo anterior, logrado a partir de una muestra de 80 huesos trabajados, procedentes de la Zona Arqueológica de Cantona, en Puebla, fue expuesto en el marco del coloquio “Avances y perspectivas en la investigación de los materiales arqueológicos de concha”, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en homenaje a la investigadora emérita Lourdes Suárez.
Transmitido por el canal INAH TV de YouTube, en sintonía con la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, este proyecto fue presentado por el investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Gilberto Pérez Roldán, quien trabaja en conjunto con los investigadores del INAH, Norma Valentín Maldonado y Edsel Rafael Robles Martínez.
El arqueólogo destacó la vigencia que tienen hoy día los conceptos propuestos por la especialista Lourdes Suárez, ya que las clasificaciones por ‘industria’, tocante a la materia prima; ‘clase’, relativa al modo en que eran fabricados los objetos; o bien a los ‘tipos’, referente a su uso ornamental o utilitario, han sido aplicados con éxito en su propio proyecto.
Incluso, agregó, el avance en las investigaciones de los materiales arqueológicos de concha que se ha logrado en espacios como el Museo del Templo Mayor (MTM), por parte de discípulos de Lourdes Suárez, como Adrián Velázquez Castro y Lourdes Gallardo Parrodi, ha permitido agregar clasificaciones como es la de elementos de tipo votivo, es decir, que fueron pensados para colocarse en ofrendas o emplearse de manera ritual.
En este sentido, expuso que de los 80 elementos seleccionados para estudio, se identificaron 77 con evidencia de trabajos de manufactura, asociados a una fase de ocupación en Cantona que va del año 600 a. C. al 1050 d.C., siendo esta época una de las de mayor apogeo en la urbe amurallada, cuando desde allí se controlaban las rutas de comercio entre el Altiplano y el Golfo de México.
La clasificación de esos 77 restos óseos, detalló el arqueólogo Gilberto Pérez, ha permitido identificar que todos son de la clase Mammalia (mamíferos) y que se dividen en nueve familias, 11 géneros y 14 especies.
“La mayoría de las especies que localizamos son los cérvidos, con un 32 por ciento de toda la muestra, principalmente venados cola blanca que habitaban en la región, pero también otros como los venados bura, procedentes del norte de México y de Estados Unidos”.
Al ahondar sobre la tipología de los 77 huesos trabajados, comentó que 11% eran ornamentales, por ejemplo, un pendiente logrado a partir de la mandíbula de un perro; 27% votivos, como punzones hechos con dedos y garras de lobos y de pumas; 50% utilitarios, es decir, herramientas para el trabajo sobre cerámica o hueso; y 12% resultaron ser desechos de tallas o artefactos en proceso de elaboración.
Entre los objetos terminados más llamativos, abundó, están algunas cuentas circulares talladas a partir de cráneo humano, e instrumentos musicales como güiros u omichicahuaztli, creados con escápulas de venados cola blanca.
El arqueólogo Gilberto Pérez destacó el valor “que el trabajo de la doctora Lourdes Suárez tiene para hacer nuevas aportaciones a la arqueología, resolver clasificaciones, integrar nuevos materiales y abrir nuevas líneas de estudio”.
También expresó su reconocimiento a los participantes del proyecto ‘Técnicas de manufactura de los objetos prehispánicos de concha’, dirigido por Adrián Velázquez, en el MTM, así como al personal del Laboratorio de Microscopía Electrónica de Bajo Vacío de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, quienes colaboraron directamente en su proyecto, o bien precedieron al mismo en metodologías o procesos de arqueología experimental.