Alrededor del siglo X, que corresponde al año 900 de nuestra era, un cambio climático conocido como periodo cálido medieval causó estragos en la Europa continental y en regiones tan separadas de esta como el área mesoamericana, donde el aumento en la temperatura provocó inundaciones que llevaron incluso al abandono de grandes centros de población. Es el caso de la ciudad sagrada que hoy es conocida como la Zona Arqueológica de El Tajín, en Papantla, Veracruz.
En este sitio Patrimonio Mundial a cargo de la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), especialistas conjuntan la información del clima antiguo, los datos arqueológicos recabados in situ y los resultados de más de 11 años de estudios hechos con LIDAR –tecnología de detección y medición de objetos a través de puntos láser– para ahondar en las razones que llevaron al abandono a El Tajín.
La arqueóloga Patricia Castillo Peña, investigadora del Centro INAH Veracruz y directora académica de la Zona Arqueológica de El Tajín, plantea esta hipótesis acerca de cómo una ciudad tan importante en la ritualidad y la vida de su época se vio imposibilitada para funcionar y orilló a sus habitantes a renunciar a pedimentos hacia sus dioses, los cuales se hacían desde dos edificios fundamentales: el Juego de Pelota Sur y el Edificio de los Nichos.
Ambas construcciones, expone, no solo son las más monumentales en toda el área nuclear de El Tajín, sino que también son las más tardías, construidas entre los años 800 y 1100 de nuestra era. Es decir, “si tomamos en cuenta que eran medios de contacto con lo divino, con el sol, el agua y el viento, debieron erigirlas buscando el equilibrio de un ambiente natural que estaba trastocado”.
De acuerdo con ello y al hablar del Edifico de los Nichos, la investigadora destacó los elaborados fenómenos solares que ocurren durante los cuartos de año, eventos que en algunas ocasiones pueden coincidir, por ejemplo, con los equinoccios y los solsticios, y durante los cuales ocurre una iluminación paulatina del edificio prehispánico.
Este efecto tiene una duración de siete minutos, durante los cuales el sol naciente, asociado con la deidad Quetzalcóatl, ilumina de arriba hacia abajo cada uno de los siete cuerpos del Edificio de los Nichos, hasta tocar la tierra y hacer contacto con los hombres.
Estas observaciones, subraya Castillo, complementan un hallazgo hecho mediante LIDAR, con el que se localizaron los accesos originales al área nuclear de El Tajín, uno de los cuales estaba en la fachada oeste del Edificio de los Nichos.
A través de este camino los expertos han podido teorizar que durante los cuartos de año, un aproximado de 300 personas, 150 en la plaza este y 150 en la oeste, rodeaban al monumento esperando atestiguar la iluminación paulatina desde su frente, o el efecto de coronación que ocurre detrás, cuando el sol simula posarse en la cima del basamento.
“Es interesante pensar que el efecto de iluminación no siempre sucedía, ya que si el clima era adverso el Sol permanecería oculto, trasmitiendo quizá una idea desfavorable a las personas que venían a solicitar el favor de los dioses”.
En este orden de ideas, el Juego de Pelota Sur –el más ornamentado dentro de las 24 canchas que se han identificado; 13 en la zona núcleo y el resto en la periferia, localizadas usando LIDAR– se volvía igualmente una secuencia narrativa de oración y pedimento hacia las deidades del equilibrio.
Así lo manifiesta, por ejemplo, su orientación hacia el este, integrando en su arquitectura y su visual al Cerro de los Mantenimientos, la montaña más sagrada para los antiguos habitantes de El Tajín; o bien, las seis inscripciones con las que cuenta, dos al centro y cuatro en sus extremos, y que muestran escenas de un juego ritual, las cuales van desde la solicitud del juego a los dioses y culminan en la decapitación de un jugador.
“Además del juego por competencia, en época prehispánica se realizaba un juego de pelota ritual, en el cual los participantes solicitaban un favor determinado, por ejemplo, que las inundaciones se detuvieran, y a cambio debían ofrecer algo sagrado a los dioses, y no hay nada más sagrado para el hombre que su propia vida”.