*Eréndira Zavala C*
Desde pequeños nos enfrentamos a situaciones que nos enseñan lo necesario para desenvolvernos en sociedad; afortunadamente existen personas que nos acompañan en este recorrido y se presentan con diferentes disfraces: padres, amigos, familia… Todos ellos maestros de vida.
Sin embargo, también hay una figura en particular que sin tener lazos de sangre se dedica a acompañarnos por un trecho de nuestra formación y a estar con nosotros sin otra intención excepto su vocación por enseñar, ésta es la de profesor.
En mis años de colegio en primaria, conocí a profesores que dejaron una huella imborrable gracias a su dedicación, por ejemplo, quien enseñaba mejor que nadie los entresijos de las materias y la mejor forma de ser ciudadanos y hombres y mujeres ejemplares; o la que poseía una voz de trueno y al mismo tiempo un corazón inmenso; o quien con su carácter desenfadado y novedosas estrategias de enseñanza era señalada por muchos al intentar llevarlas a cabo.
Secundaria también estuvo llena de maestros que, al paso de los años, sigo llevando en el corazón: aquel que hacía suspirar los corazones adolescentes de mis compañeras; o el señor grande y serio, complejo como la materia que impartía; o el otro que transmitió su amor y dedicación por los deportes y los actos cívicos.
Después del colegio franciscano donde me formé, continué en la preparatoria, de ahí conservo memorias gratas del director de aquel tiempo, quien con una sonrisa alegraba los días de escuela; del entrenador deportivo, con su humor caustico y su pasión por el basquetbol; o el escritor que tuve la suerte de conocer y quien me mostró a la escritura como arte.
En la universidad me encontré con profesores que abrieron mi perspectiva del mundo y me mostraron lo que había en él: la recreación, el ocio, la sociología de Dumazedier, la metodología de la investigación; la amistad y el apoyo desinteresado siempre, los cargos y abonos, la riqueza geográfica de México, la arqueología y la historia de nuestro país. En el posgrado, aunque virtual, conocí a profesores maravillosos que estuvieron conmigo aconsejándome y llevando mis estudios hasta buen fin.
De algunos otros se me escapan detalles que se han disipado en el tiempo, pero su imagen continúa viva en mis recuerdos. A todos ellos, mi reconocimiento, cariño y agradecimiento por su aporte desinteresado en mi formación.