*Eréndira Zavala C*
Viajar es una de las mejores formas de descubrir pequeñas y grandes maravillas que se esconden en otros lugares. Uno de estos es Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera. Cuauhnáhuac, su nombre náhuatl, que significa junto a los árboles, derivó en el actual debido a los problemas de pronunciación de los conquistadores.
Cuando recorrí Cuernavaca me asombró conocer una ciudad con una historia que data desde hace muchísimos años, rodeada de barrancas, árboles frondosos y un clima espectacular, para quienes huimos del frío. Su zona arqueológica, Teopanzolco (en el templo viejo) cercana al centro de la ciudad, construida -según los historiadores- por los tlahuicas y de la que poco se sabe pues con la destrucción de sus templos por los mexicas y luego por los españoles, su memoria ha quedado enterrada debajo de la población.
El Palacio de Cortés, edificación imponente por sus dimensiones y la más antigua de México, erigida por órdenes del mismo Hernán Cortés como residencia familiar, un castillo-palacio establecido como fortaleza y casa de lujo, lleno de galerías y amplias habitaciones y jardines, ahora convertido en museo.
Los Jardines Borda, inspirados en el Palacio de Versalles, que desde el siglo XVIII fascinan con sus árboles centenarios, sus fuentes geométricas, su lago artificial, su construcción mudéjar y barroco italiano y su ambiente tranquilo y relajante. Es fácil imaginar a Maximiliano de Habsburgo y Carlota caminar por sus senderos, a Diego Rivera y Guillermo Prieto encontrando inspiración para sus obras. Un lugar repleto de luces y sombras y fantasmas ansiosos por contar sus historias.
La Catedral de Cuernavaca, una de las más antiguas del país, construida en el siglo XVI, conserva numerosos murales y la estética franciscana de sencillez, humildad y austeridad, con una planta rectangular de una sola nave y bóveda de cañón corrido, contrafuertes en el exterior y muros rematados con almenas que dan la impresión de fortificado, además de la cruz atrial, la capilla abierta y las capillas pozas alrededor. Una construcción apasionante por la presencia de relatos que tiene escritos en cada una de sus piedras, leyendas y cuentos tradicionales que susurran a los visitantes a su paso.
Una de las ciudades que me ha regalado descanso y calma, una increíble mirada al pasado, un vistazo a su cultura y tradiciones, su rica comida y la calidez de su gente.