*Eréndira Zavala C*
Desde la época prehispánica, los niños se han considerado como joyas preciosas que merecen toda la atención y cuidado para su desarrollo y crecimiento; por ello, los aztecas tenían algunas costumbres que -según su creencia- protegían al recién nacido. Mucho de lo que se sabe de estas ideas provienen del libro “Historia General de las Cosas de la Nueva España”, de Fray Bernardino de Sahagún, algunas de ellas continúan practicándose hoy día, como, por ejemplo, que las criaturas no deben salir hasta los 40 días de nacidas, cuando su cuerpo está mejor preparado para tolerar el medio ambiente. Eso sí, esta primera salida a la calle debe ser al templo como acto de agradecimiento. Mientras estén en cuarentena, madre e hijo no pueden ser visitados por ninguna mujer embarazada o menstruando porque el bebé se “quiebra”, es decir que llorará inconsolable e ininterrumpidamente sin motivo; en el caso de que se inevitable la visita, entonces ésta deberá poner al bebé debajo del marco de una puerta y pasarle tres veces por arriba.
Si acaso el bebé llorara mucho y se encuentre muy inquieto, puede pensarse que tiene “mal aire” y para quitárselo se hará una limpia con un huevo en su cascarón, que se pasará por todo el cuerpo, para luego romperlo en una vasija con un poco de agua y dejarlo cerca de donde duerme durante toda la noche. Si el huevo sale torcido es que el crío tiene la enfermedad y el huevo se tirará para que se lo coman las hormigas; si en el huevo aparece una capa transparente arriba, entonces se dice que tiene calor de estómago o acidez.
Otra creencia es cuando se cae el ombligo, el cual debe colocarse en un árbol muy alto para que el bebé sea valiente durante su vida.
Una enfermedad que debía cuidarse es el “susto” o “espanto” que aparece cuando el infante ve algo que lo asusta y le produce intranquilidad, llanto inexplicable, falta de apetito o cualquier otro comportamiento que no es el acostumbrado, entonces se debe acudir con hierberos o curanderos para que lo curen con sus preparados.
Además, es muy importante colocar al bebé una pulsera de hilo rojo que lo proteja del “mal de ojo”, que también puede curarse con una limpia de huevo untado con ungüento de albahaca o ruda, o usando una semilla llamada ojo de venado de la cual se dice revienta esas miradas de admiración o envidia que le puedan “echar”.
En México, mamás y abuelas continuamos preservando estas tradiciones del cuidado de los bebés que han sido transmitidas de forma oral desde hace varias generaciones, magia que cura le dicen.