*Eréndira Zavala C*
A lo largo y ancho del territorio nacional, se encuentran un sinfín de historias terroríficas que dan cuenta de leyendas enraizadas en el imaginario colectivo. Aquí una muestra de ello:
El fantasma de la Monja. En el siglo XVI en las calles de Guatemala y Argentina en el centro histórico de la CDMX, vivían los hermanos Ávila: Alfonso, Gil y María. Un hombre apellidado Arrutia pretendía casarse con María para acceder a la fortuna familiar. Alfonso y Gil se enteraron de lo que el pretendiente perseguía y buscaron evitar la boda; así que fueron a ver al novio y ofrecieron una gran cantidad de dinero para que se alejara, lo que el prometido hizo sin dilación. María entonces cayó en una profunda depresión durante 2 años, por lo que sus hermanos decidieron recluirla en el Convento de la Concepción, para que la cercanía a Dios la ayudara. No obstante, la tristeza de María era superior y un día su cuerpo fue encontrado colgando de un árbol de durazno en el patio del convento. Las monjas la enterraron en ese lugar y un mes después, comenzaron a pasar cosas raras: algunas religiosas juraban haber visto en el patio a una monja vagando de madrugada o ver el reflejo de su cara en la fuente de agua. Los rezos y las misas ofrecidas no calmaron las apariciones y se cuenta que el espíritu de María buscó al exnovio provocándole la muerte. Hasta la fecha, hay quienes aseguran que la monja aún ronda por los pasillos del convento.
La tía Naty. Se cuenta que, en Acahual, Tabasco vivía una familia de campesinos, a la hija más pequeña, Silvia, rebelde, voluntariosa y traviesa, le gustaba irse lejos de casa, desobedeciendo a su madre quien le advertía de los peligros y apariciones que podía encontrar. Un día, Silvia salió de su casa y entre juegos y recorrido, llegó a un lugar muy bonito con muchos árboles y un pequeño riachuelo. De pronto, escuchó un ruido a la distancia y vio acercarse una mujer anciana lo que la tranquilizó, pero al aproximarse, el terror se apoderó de ella pues la mujer comenzó a reír con una risa siniestra, tenía todo el cuerpo lleno de pelambres y enormes ojos desorbitados con llamas rojas y amarillas. Silvia trató de gritar, pero no pudo y poco a poco sintió como sus músculos se paralizaban y recordó el nombre de la mujer, la Tía Naty, una bruja que solo bastaba su mirada para caer fatídicamente enfermo. Silvia fue hallada días después, con la mirada perdida, fue atendida por médicos y curanderos sin remedio; se dice que antes de morir dijo “sus horribles ojos, vi cientos de niños encerrados dentro”, pues la Tía Naty roba el alma de los niños para vivir más tiempo.
Así que, si visitas el Convento de la Concepción en la calle Belisario Domínguez o vas a Tabasco, recuerda estas leyendas por si te encuentras con la imagen de una monja o con la figura de la Tía Naty.