*Eréndira Zavala C*
En nuestro país, escondidas en distintos lugares, se encuentran historias y leyendas que se transforman en tradiciones y que valen la pena dar a conocer. Hace unos días, me platicaron acerca de este lugar, Misnébalam, una exhacienda localizada a menos de 30 minutos de la ciudad de Mérida en el estado de Yucatán, conocida por estar deshabitada y considerada como “pueblo fantasma”.
Su nombre proviene del maya misné que significa “cola de gatos” y balam, jaguar; según la leyenda, se cuenta que la hacienda Misnébalam, construida al estilo colonial a finales del siglo XIX, tuvo una época muy próspera dedicada a la industria del henequén en la década de los años veinte con una población de 170 habitantes.
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Vale recordar que el henequén era utilizado para fabricar sogas y cordeles, pero cuando apareció el hilo sintético, esta industria comenzó a desaparecer, incluyendo a Misnébalam. Según documentos oficiales de la Biblioteca de Yucatán, Don Fidencio Gertrudis Márquez era el dueño original de la hacienda y se estableció en ella en el año de 1900, convirtiéndola con el paso de los años en una de las más grandes y prósperas de la región. El 22 de octubre de 1921 Don Fidencio, su hijo y un trabajador regresaban a la hacienda cuando fueron emboscados y golpeados dándolos por muertos, sin embargo, sobrevivieron al ataque. Luego de este suceso, por temor a sufrir otra asechanza, Don Fidencio dejó la hacienda a cargo de sus trabajadores y se fue de ahí.
A partir de entonces, comienza la leyenda de Misnébalam, pues cuentan que un capataz abusó de un niño llamado Juliancito, quien después de confesar al sacerdote de la hacienda lo que había sufrido, se colgó de uno de los árboles del patio principal. Desde ese día, el fantasma de Juliancito habita en el lugar y dicen que se le ve por sus alrededores y en los columpios que se mueven como si alguien estuviera en ellos. También se habla de un monje negro que aparece en el techo de la iglesia y extiende sus brazos como si diera la bienvenida, el grito de una mujer a las 3 de la mañana, sombras que te miran desde las casas abandonadas, luces que se encienden… aunque el lugar desde el 2005, según el censo del INEGI, cuenta con 0 habitantes.
De su antiguo esplendor solo quedan los restos deteriorados de la hacienda, cubiertos de las ramas de árboles y vegetación. Si alguna vez tienen la oportunidad de visitarla, no olviden dejar un dulce o juguete a Juliancito en el altar que los visitantes han creado para él, dicen que así no te molestara…