*Eréndira Zavala C*
En México, los albures han estado presentes desde antes de la llegada de los españoles; según Lourdes Ruiz (la reina del albur, fallecida en 2019) y Alfonso Hernández (cronista de Tepito) el albur data de la época de la conquista cuando los mexicas alfareros crearon su propio lenguaje en código para entenderse entre ellos, con el fin de que sus patrones no se enteraran cuando una pieza se rompía o quedaba mal y así evitar los castigos.
También se dice que el albur nació en Mineral del Monte, en el estado de Hidalgo, alrededor del siglo XVII entre los mineros de la región, quienes crearon un código de habla que únicamente ellos entendían cuando querían comunicarse algo sin que los patrones ingleses se enteraran. Otra versión destaca que su cuna es el barrio bravo de Tepito en la CDMX, donde la picardía y la historia del lugar se fusionaron para crear un lenguaje propio, repleto de referencias sexuales y donde hasta existe el Seminario de Albures Finos.
Tema de extensos estudios, el albur ha sido considerado como parte intrínseca de las personas con ideología “chingativa” o como ejemplo del eterno complejo de inferioridad causado por la Conquista y la revancha a la misma. Eso sí, es parte esencial del lenguaje popular, un medio de socialización en todas las clases sociales para en ocasiones alegrar el día, burlarse de alguien o solamente ilustrar la cultura popular mexicana.
Tradición es cultura te recomienda:
Existen dos tipos de albures: los finos, construidos con palabras educadas, que precisamente por esa complejidad al idearlos, son a veces muy difíciles de entender; los vulgares, aquellos que se componen de palabras altisonantes y que explícitamente hacen referencia a temas y órganos sexuales. El albur el posible gracias a las similitudes que existen entre ciertos objetos y la forma que tienen diferentes partes del cuerpo humano.
La magia del albur se origina en la agilidad mental de quien lo compone ya sea en nombres, adivinanzas, preguntas o canciones y dentro del contexto en el que se encuentre la conversación. A pesar de las referencias sexuales, el albur en su origen no intenta agredir ni asustar a nadie, simplemente es un lenguaje popular convertido en juego de esgrima entre dos interlocutores con amplio vocabulario, concentración, destreza mental y capacidad de reacción, que buscan demostrar quien responde más rápida y creativamente, sin utilizar malas palabras y combinando gestos, sonrisas y miradas pícaras.
El albur, al fin y al cabo, forma parte de la idiosincrasia del mexicano, sea entendido o no; encontrado en cualquier lugar, alguna vez todos hemos sido albureados, por tanto, estemos listos por si acaso, pues más vale prevenir que la mentársela…