Celaya, mi terruño

*Eréndira Zavala C.*

Foto: Especial

De algún tiempo para acá, casi todos los días se escucha a los noticieros hablando de mi ciudad… ojalá sus palabras se centraran en describir sus lugares emblemáticos como la Bola del Agua, su plaza principal, las momias que descansan en el Panteón de los Dolores o su arquitectura colonial reflejada en el Templo del Carmen, algunas casonas o el Templo de San Francisco, mi favorito…

Aunque mis raíces maternas provienen de Jalisco y las paternas de Michoacán, por azares del destino nací y crecí en Celaya, municipio de Guanajuato, donde aún conservo entrañables amistades forjadas a través del tiempo durante la época de estudios colegiales y preparatorios.

La historia de mi ciudad es rica y entrelazada con momentos memorables de México. Su origen se remonta a tiempos prehispánicos cuando fue habitada por grupos chichimecas. La fundación de la ciudad se sitúa en 1570 bajo el nombre de Villa de la Purísima Concepción de Zalaya.

Ubicada en el camino que conectaba a la CDMX con el occidente del país, pronto se convirtió en un importante punto comercial debido a la ventaja estratégica para el comercio y la agricultura. Durante el siglo XVIII, Celaya comenzó a crecer con puentes, caminos reales y templos, atrayendo a más pobladores y comerciantes.

Durante la guerra de independencia, Miguel Hidalgo y José María Morelos dejaron huella en la ciudad con su presencia, uno nombrado Generalísimo y el otro, organizando tropas. En la Revolución Mexicana, destaca la Batalla de Celaya, con el enfrentamiento entre Álvaro Obregón y los villistas, que marcó un punto de inflexión tanto en el desenlace de la revolución como en la población, pues trajo cambios sociales y económicos encaminados al proceso de modernización.

Escribir de mi terruño es contar, además de su historia, acerca de su cielo azul con las parvadas que regresan cada tarde a sus nidos; del clima cálido como su gente, que invita a visitar las aguas termales de sus balnearios; de las tardes brillantes para pasear por la Alameda o el Jardín Principal, disfrutar de una nieve o una cerveza fría; de su rica comida y antojitos y de su famosísima cajeta acompañada de un bolillo…

A pesar de las noticias y la mala fortuna de la situación por la que pasa, Celaya, Guanajuato es la tierra que me vio nacer, donde crecí y surgieron mis sueños e ilusiones que me trajeron a donde estoy ahora; mi ciudad con su legado histórico y cultural que me llena de orgullo y refleja tan solo una pequeña parte de la tradición mexicana.

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