*Eréndira Zavala C*
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En la riqueza de las tradiciones mexicanas, una de las primeras y más sorprendente es la ceremonia del Fuego Nuevo, una práctica con orígenes en las antiguas civilizaciones mesoamericanas, especialmente en la mexica, que figuraba la renovación del ciclo de la vida, el universo y el tiempo.
La tradición del Fuego Nuevo se basaba en la cosmovisión del ciclo de 52 años que representaba el fin de un período cósmico. Este período se componía por cuatro “siglos” de 13 años cada uno, lo que daba un total de 52 años; según sus creencias, al finalizar cada siglo, el mundo sería destruido y para evitar el colapso del universo, los mexicas celebraban una gran ceremonia el último día del ciclo por medio de un ritual de purificación y sacrificios, se creaba un nuevo comienzo, simbolizado por el encendido de un nuevo fuego que garantizaba la renovación de la vida y el sol, elementos para la supervivencia de la humanidad.
En el Teocalli (templo) principal de la ciudad, en el Templo Mayor en Tenochtitlan, se reunían sacerdotes, dignatarios y miles de personas para llevar a cabo la ceremonia de Fuego Nuevo. Un sacerdote subía al altar para ofrecer un sacrificio ritual al dios del sol, Huitzilopochtli, pues se creía que el sacrificio humano era necesario para alimentar al sol y asegurar su regreso. Después del sacrificio, el sacerdote encendía una nueva llama en el fuego sagrado que representaba el renacimiento y la continuidad del ciclo cósmico. A partir de ese momento, el nuevo fuego se distribuía por toda la ciudad, y cada familia encendía sus hogares con él, marcando el comienzo de un nuevo ciclo de 52 años.
Para los mexicas, el Fuego Nuevo era una manifestación de la fuerza divina que mantenía el orden en el universo, reafirmando la conexión de lo humano con lo divino y la relación del pueblo con los dioses. Al igual que el ciclo del sol, que nace, muere y renace cada día, los mexicas creían que la humanidad debía atravesar procesos de muerte y resurrección, y que, al igual que el fuego, la vida debía renovarse constantemente para garantizar su continuidad.
En la actualidad el Fuego Nuevo continúa siendo un símbolo de la renovación constante de la vida, la relación con los ciclos cósmicos y la conexión con lo divino. Un legado cultural que, a pesar del paso de los siglos, continúa influenciando la identidad mexicana.