*Eréndira Zavala C.*

El estado de Oaxaca es conocido por su diversidad cultural, lingüística y étnica, donde numerosos pueblos originarios han logrado preservar sus tradiciones a lo largo del tiempo. Dentro de esta mezcla de culturas, existe un grupo que llama la atención por su singularidad: los muxes, personas asignadas como hombres al nacer, pero que adoptan una identidad de género femenina o femenina-queer dentro de la comunidad zapoteca, en especial en la región del Istmo de Tehuantepec.
La palabra “muxe” proviene del zapoteco, y se refiere a la forma femenina de un varón o un hombre “enviado” a vivir en el rol tradicionalmente femenino. Esta figura no debe confundirse con los términos occidentales de “transgénero” u “homosexual”, la identidad muxe se ha desarrollado dentro de un contexto cultural propio, con normas y roles definidos desde hace mucho tiempo.
Los muxes son una figura respetada y aceptada en la sociedad zapoteca y cuenta con un espacio donde desempeñan un papel importante en la vida comunitaria, colaborando en el ámbito doméstico, el arte y la cultura (se sabe de su habilidad para elaborar trajes tradicionales y realizar espectáculos de danza), y desempeñando funciones esenciales en la organización de fiestas, ceremonias y actividades laborales.
Una de las celebraciones más emblemáticas para los muxes es la fiesta de la Virgen de la Asunción, celebrada en la comunidad de Juchitán, donde son protagonistas, el centro de atención y elogiados por su belleza y destreza en el baile, desafiando las convenciones tradicionales sobre género y mostrando la fluidez con la que se manejan las identidades en su cultura.
Sin embargo, fuera del Istmo, los muxes enfrentan desafíos significativos como la marginación y estigmatización por lo que luchan por obtener el reconocimiento formal de sus derechos en un contexto más amplio que trascienda su comunidad indígena. El muxe es un símbolo de la identidad zapoteca y de la capacidad de las culturas indígenas para preservar y transformar sus tradiciones. Por ello, el caso de los muxes en Oaxaca es un testimonio de cómo la diversidad de género y la identidad cultural pueden coexistir y enriquecerse mutuamente, creando una comunidad que celebra sus diferencias y las convierte en su mayor fortaleza.