*Eréndira Zavala C*

Una de las tradiciones más representativas de la cultura prehispánica mexicana, que ha perdurado a lo largo del tiempo, es el temazcal que incorpora elementos espirituales, de salud y la naturaleza, en un baño de vapor terapéutico.
La palabra temazcal proviene del náhuatl “temazcalli”, que significa “casa de vapor”. En sus primeros tiempos, los antepasados usaban este espacio para fines higiénicos, también le otorgaban significados rituales y espirituales y lo consideraban un lugar sagrado de purificación, donde quienes entraban al temazcal se retiraban para renacer simbólicamente, despojándose de impurezas físicas, emocionales y espirituales, representando un retorno al vientre materno.
Con la llegada de los españoles y la imposición de nuevas creencias, la práctica de uso del temazcal sufrió un proceso de transformación que, sin embargo, logró sobrevivir en las comunidades indígenas y se ha integrado en la vida cotidiana actual.
La estructura del temazcal es sencilla, es una pequeña construcción, de adobe o piedra, con forma de cúpula, que simboliza el útero. En su interior, se colocan piedras volcánicas calentadas en un fuego exterior, a las cuales se les vierte agua con hierbas medicinales para generar el vapor. Este vapor, acompañado por cantos y oraciones de los guías o “temazcaleros”, crea un ambiente de relajación y purificación que se considera sanador para el cuerpo y el espíritu.
En una ceremonia de temazcal, se llevan a cabo rituales que buscan restablecer el equilibrio entre el cuerpo y la mente. El temazcalero guía a los participantes en un viaje de introspección y sanación, donde se invoca a los elementos de la naturaleza: el fuego, el aire, el agua y la tierra; esta ceremonia no solamente tiene beneficios físicos, sino también es una experiencia de conexión mística, que ha trascendido fronteras y forma parte del turismo cultural.
La tradición del temazcal, como manifestación viva de la cosmogonía de nuestros antepasados, hoy día es considerada como una forma de resistencia cultural en muchos lugares, un recordatorio de la relación espiritual con la tierra y la herencia que ha perdurado en el tiempo, un acto de preservación cultural y una celebración de la identidad mexicana. Un ritual de purificación que conecta a las personas con sus raíces indígenas y mantiene viva una de sus más antiguas costumbres, un acto simbólico que no solo limpia el cuerpo, sino también el alma.