*Eréndira Zavala C.*

En el corazón de Mesoamérica nació el juego de pelota conocido en náhuatl como ōllamaliztli, que más que un deporte fue una práctica ancestral, pilar cultural y espiritual para las civilizaciones olmeca, maya, zapoteca, mixteca y mexica. En la actualidad, el juego de pelota aún es un símbolo de identidad y legado nacional.
Su origen se remonta a alrededor del año 1400 a.C., encontrándose vestigios de pelotas de hule y canchas primitivas en sitios como Paso de la Amada en Chiapas y El Manatí en Veracruz. Se cree que los olmecas, la cultura madre mesoamericana, fueron los primeros en institucionalizarlo y los mayas en desarrollarlo, pues muestra de ello se encuentran en las canchas de juego en Chichén Itzá y Copán.
El juego de pelota consistía en hacer rebotar una pelota de hule macizo usando únicamente las caderas, los muslos y, en algunas variantes, los antebrazos, manteniéndola en movimiento sin dejar que tocara el suelo y en ciertos casos, hacer pasar la pelota por aros de piedra montados en las paredes laterales de las canchas, conocidas como tlachtli en náhuatl, que tenían la forma de una doble “T” y se ubicaban en centros ceremoniales y deportivos.
En las culturas mesoamericanas, este juego era considerado sagrado pues representaba la eterna lucha entre el día y la noche, el bien y el mal, el orden y el caos. En el Popol Vuh, el texto sagrado de los mayas, se narra cómo los dioses gemelos Hunahpú e Ixbalanqué vencen a los señores del inframundo mediante esta práctica. El juego de pelota también fue utilizado para situaciones políticas y sociales, pues algunos partidos, además de rituales, servían para resolver conflictos entre comunidades.
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, el juego fue prohibido debido a su asociación con la religión indígena, considerada idolátricas; sin embargo, esta costumbre se conservó gracias a la resistencia de los pueblos indígenas y en algunas regiones del norte y occidente de México, continúa una versión moderna conocida como Ulama.
El juego de pelota es patrimonio vivo de México, en sitios arqueológicos como Monte Albán, Tula y Uxmal, las canchas han sido restauradas para que las nuevas generaciones conozcan la grandeza de esta tradición. Además, ha sido incluido en proyectos educativos y turísticos, despertando el interés por una actividad que encierra siglos de historia, espiritualidad y cultura.