*Luis Ayala Ramos*

Entre el golpeteo constante del cincel y el eco de los martillos sobre la piedra, los canteros de Chimalhuacán mantienen viva una de las tradiciones más antiguas del Estado de México. En medio del crecimiento urbano y la modernidad, estos artesanos continúan tallando esculturas, fuentes, columnas y figuras religiosas que hoy son parte del patrimonio cultural de la región.
En barrios como Xochiaca, San Agustín o Acuitlapilco, todavía se pueden ver los talleres improvisados donde hombres y mujeres, cubiertos de polvo blanco, dan forma a bloques de piedra extraídos del Cerro El Chimalhuache. El oficio se transmite de generación en generación y es considerado una herencia sagrada que ha dado identidad al municipio por más de 200 años.
La tradición cantera de Chimalhuacán no solo representa un sustento económico para cientos de familias, sino también una manifestación artística que ha trascendido fronteras. Obras talladas por manos locales han llegado a otros estados e incluso al extranjero, donde son reconocidas por su calidad y detalle artesanal.

Sin embargo, los canteros enfrentan retos cada vez mayores. La disminución de los bancos de piedra, el encarecimiento de herramientas y la competencia con materiales industriales como el concreto o la resina han afectado su producción. Muchos talleres trabajan con recursos limitados y sin apoyos formales, dependiendo de encargos esporádicos o ferias artesanales.
“El trabajo es pesado, pero es lo que nos da orgullo y comida. Mi abuelo fue cantero, mi padre también, y yo quiero que mis hijos sigan, aunque cada vez hay menos jóvenes interesados”, comenta don Rogelio Hernández, maestro artesano con más de 40 años de experiencia.
A pesar de las dificultades, los canteros se organizan para no dejar morir la tradición. Algunos han creado cooperativas o asociaciones para ofrecer sus productos de manera colectiva y proteger sus derechos laborales. Otros han comenzado a usar redes sociales para difundir su trabajo y conseguir nuevos clientes.
El legado de la cantera chimalhuacana también se refleja en su arquitectura. Monumentos como la Plaza de la Identidad, el Guerrero Chimalli y diversas esculturas que adornan parques y avenidas fueron elaboradas por manos locales, como testimonio del talento artesanal que caracteriza al municipio.

En reconocimiento a esta labor, el gobierno municipal de Chimalhuacán les ofrece espacios como la Feria Metropolitana para que los canteros puedan exhibir y vender sus obras. Además, se prevé la realización de talleres de capacitación, ferias artesanales y convenios con instituciones culturales para promover su trabajo y mejorar sus ingresos.
Con ello, las autoridades buscan no solo impulsar la economía local, sino también preservar una de las expresiones culturales más valiosas del Estado de México, donde la piedra sigue contando historias de esfuerzo, arte y resistencia.