*Eréndira Zavala C.*

En nuestro país, con nuestras antiguas tradiciones, el tiempo tiene rostro, cuerpo y memoria, y al finalizar diciembre, una sensación de despedida y, al mismo tiempo, de comienzo llena el ambiente, el Año Viejo dice adiós y el Año Nuevo llega.
Es costumbre representar al Año Viejo como un anciano cansado, como en algunos lugares donde elaboran muñecos de carrizo, papel, ropa usada o máscaras, o en otros, donde alguien recorre las calles de los poblados acompañado de música y risas. El Año Viejo carga, simbólicamente, con todo lo vivido: los errores, los aprendizajes, las pérdidas, los logros compartidos y las alegrías, y, además, se le agradece por aquello que dejó y aquello que se fue o está yéndose.
El 31 de diciembre, en comunidades de Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Puebla, el Año Viejo se quema de manera ritual, como un acto de purificación y cierre, con el fuego como elemento central de transformación, liberando lo que ya no se necesita y abriendo espacio para una naciente etapa.
En contraste, el Año Nuevo es representado como un niño, una imagen que promete y brinda un sinfín de posibilidades. Algunas veces aparece vestido de blanco, en otras se manifiesta con semillas, velas o incluso con alimentos recién preparados.
Para nuestros antepasados, en su cosmogonía indígena, el tiempo no avanza en línea recta, sino que se mueve en ciclos, cada final tiene un comienzo y cada inicio guarda memoria del pasado para construir el futuro; así, el Año Viejo es muerte convertida en experiencia viva y se festeja con silencio y los sentidos despiertos para recordar y reconocer lo vivido, despidiendo con respeto y recibiendo al Año Nuevo como un renacimiento con responsabilidad, intención, fe y esperanza.
En un mundo donde el tiempo es prisa, estas antiguas tradiciones mexicanas nos obligan a tener presente que cerrar un ciclo no es fracasar sino comprender, que empezar de nuevo significa integrar y no borrar y que ese tiempo es un maestro de vida.
La quema del Año Viejo es un agradecimiento simbólico, un momento de reflexión donde es imperativo observarse a si mismo para después avanzar. El Año Nuevo, personifica el anhelo de un nuevo comienzo, de caminos por descubrir y sueños por cumplir. En México, el cierre de año es un acto cultural que enseña que el tiempo no solamente pasa, se honra.
