*Gaby L.C*
La Basílica de Guadalupe es el segundo recinto religioso más visitado a nivel mundial, solamente superado por la de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano; una iglesia representativa de los mexicanos fieles a la imagen de la Virgen de Guadalupe, que se alberga en la Ciudad de México.
La decisión de construir este lugar se remonta al siglo XVI en diciembre de 1531, de acuerdo con la religión católica, la Virgen de Guadalupe se apareció en cinco ocasiones en el Cerro del Tepeyac , hasta donde acudió el indígena Juan Diego, a quien le manifestó su deseo de que allí se le construyera su templo.
Sin embargo, hay que recalcar que el Cerro del Tepeyac tenía un carácter simbólico para los aztecas. Aquí adoraban a Tonantzin, que en náhuatl significa “Nuestra Madre”, nombre de una diosa que agrupaba diferentes deidades femeninas de los mexicas, como Coatlicue, Cihuacóatl y Teteoinan
El paralelismo con el nombre de «Nuestra Señora» usado para la Virgen María en el catolicismo invita a pensar que se buscó esa simetría para la conversión de las culturas indígenas.
Siguiendo con la tradición de Juan Diego, como los prelados no le creían la virgen se le apareció varias veces más, pidiéndole en una de ellas que recogiera unas flores y se las mostrase al obispo. Recogidas en su tilma (prenda que llevaban los hombres, y de herencia prehispánica), esparció la prenda frente al religioso, mostrando una imagen grabada sobre ella con la imagen de la virgen de Guadalupe.
Convencidos de su aparición se procedió a levantar un templo en su honor. Con los siglos serán cinco los edificios religiosos alzados para su devoción. Sin embargo, fue hasta el 25 de marzo de 1695 cuando se inició la construcción del Templo Expiatorio a Cristo Rey (Antigua Basílica de Guadalupe), y fue finalmente terminado en abril de 1709.
A principios del siglo XIX, y con motivo de la construcción del convento de los capuchinos en su lado este, el templo sufrió graves daños, fue hasta el 12 de octubre de 1976 que se consagró la también llamada Villa de Guadalupe con el objetivo de albergar a más feligreses que acudían a lo largo del año a visitar el templo.
Más allá del credo o desde el ateísmo o el agnosticismo, este recinto religioso acerca a los peregrinos, visitantes y extranjeros por su paso en la capital mexicana, a su religión, cultura o atraídos por un fenómeno social (peregrinación), para la iglesia católica es el polo referente de su dogma en Latinoamérica, y para la economía un reclamo turístico.
La primera peregrinación se documenta en junio de 1864, cuando Maximiliano y Carlota decidieron que su primera recepción oficial fuera su visita a la Basílica, donde caminaron por la calzada de Guadalupe y mostraron su respeto por la virgen.
Lo visitan alrededor de 17 y 20 millones de visitantes al año, su gran edificio circular de la nueva basílica resulta impactante por su grandiosidad. Proyectado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. La cubierta del templo circular está cargada de simbología estética ya que es una alusión al “manto de la Virgen”, elemento protector para la iglesia católica de los fieles.
La Capilla custodió la imagen de Santa María de Guadalupe desde 1695 hasta 1709, cuando se llevó a la Antigua Basílica. Las reliquias del nombrado como “santo” en 1990 por el Papa Juan Pablo II, se hallan en su interior.
La Capilla del Cerrito es un pequeño templo construido como memoria del “milagro” de las flores frescas y la primera de las apariciones de Santa María de Guadalupe. La capilla original sobre el cerro era de 1666, sustituido en 1740 por el padre J. de Montufar, añadiendo anexa la casa del capellán.
En una época en la que la población nativa no era instruida para leer, los trazos del pintor muralista Fernando Leal -que decoró el interior- servían como instrumento de refuerzo en la fe católica. La temática aborda el encuentro de las culturas y la asimilación impuesta de la religión a la población local.
Hoy en día es un convento de monjas carmelitas enclaustradas, quienes gestionan el cuidado de la capilla del cerrito. En la parte trasera está el cementerio del Tepeyac, con panteones de personas ilustres de época colonial y de la República de México.
Otro de los edificios que se visita es la Capilla del Pocito, en una de las faldas del cerro del Tepeyac. El nombre proviene de la ubicación, donde había un pozo o manantial, que la Iglesia se encargó de catalogar como de aguas milagrosas. Es un tesoro barroco con una peculiar planta circular y una decoración interior que alude con sus símbolos marianos, a las apariciones de la Virgen.
Además, se cuenta con el museo de la Basílica de Santa María de Guadalupe es uno de los recintos con mayor acumulación de piezas de arte sacro de México. Encontramos obras pictóricas, esculturas en mármol y marfil, grabados, tapices, orfebrería y arte mueble.
Destaca la colección de dos mil exvotos, presentes confeccionados como ofrenda por «favores o milagros» concedidos por la Virgen de Guadalupe. Abrió sus puertas en 1941, en uno de los extremos del antiguo convento de Capuchinas y ofrece un recorrido de las obras de los máximos exponentes del arte novohispano como Cristóbal de Villalpando, Miguel Cabrera, Matías de Arteaga y Alfaro, Juan Correa, Juan Cordero, José de Ibarra, Sebastián López de Arteaga, Nicolás Rodríguez Juárez, Baltasar de Echave Ibía y José de Alcíbar.
El aforo de la basílica es de diez mil personas, pero durante la Guadalupana se congregan varios centenares de miles a su alrededor. Situada en la delegación Gustavo A. Madero, junto al cerro Tepeyac, la basílica tiene la parada de metro de La Villa-Basílica (línea 6-roja) como mejor opción de transporte público.