*Alejandra C.L.*
La flor de cempasúchil es uno de los ornamentos que no pueden faltar en los altares de Día Muertos, incluso cuando se habla acerca de esta festividad es imprescindible no relacionar esta flor amarilla, imaginando cómo guía a los muertos durante su visita al mundo de los vivos, ya que parece brillar con su intenso color como el fuego del sol.
Varias historias se han tejido alrededor de la flor de cempasúchil, incluso algunos poemas relacionados con la muerte la integran, no obstante, poco se sabe de la leyenda que se cuenta dio origen a esta flor que decora las tumbas y las ofrendas.
Desde la época prehispánica, el cempasúchil es conocida como la flor de 20 pétalos y se cuenta que es símbolo de una historia de amor trágica entre una pareja de jóvenes aztecas, mucho más allá de la que se cuenta con el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, pues habla del amor más allá de la muerte.
El relato comienza cuando dos niños, Xóchitl (flor) y Huitzilin (colibrí en nahuátl) se conocieron y comenzaron a enamorarse al jugar juntos en los alrededores de su pueblo. Al crecer, todas las tardes, los enamorados subían a la cima de una montaña, donde le regalaban flores a Tonatiuh, dios del sol. La deidad bendecía a la pareja por la ofrenda.
Con el paso del tiempo, su amor era tan fuerte que se juraron amor eterno frente a Tonatiuh que bendijo su relación, sobrepasando las barreras de la vida. Un día, la guerra llegó al pueblo donde vivían Xóchitl y Huitzilin, por lo que él tuvo que partir para ir a luchar.
Días después, a Xóchitl le llegó la trágica noticia de que su amado había muerto, lo cual dejó a la joven con un dolor tan fuerte que decidió ir a la cima de la montaña para rogarle al dios del sol que la uniera para siempre con Huitzilin. Tonatiuh, conmovido por la joven, le lanzó un rayo de luz que al tocar a Xóchitl la transformó en una flor amarilla con los colores que de él provenían.
No pasaron varios segundos cuando un ave que revoloteaba con tanta intensidad se posó en los pétalos de la flor. Esa pequeña ave era Huitzilin, quien había sido transformado al momento de morir para poder llegar con su amada y decirle que siempre la acompañaría. Al llegar a la flor, ésta se abrió en pétalos para recibirlo, con lo que Tonatiuh mantuvo la promesa de mantener juntos a Xóchitl y Huitzilin de mantenerlos juntos, sobrepasando las barreras de la vida.