*Gaby L.C.*
Miles de familias honran a sus seres queridos entre música, cánticos, dulces como el pan de muerto o simplemente en reflexivo silencio en este Día de Muertos, la festividad más emblemática de México que arrancó este viernes, en la que los colores y olores tradicionales se mezclan luego de la colocación de las ofrendas con la comida, retrato y más de las personas que ya nos dejaron.
Esta tradición es más que una fecha en el calendario, es un ritual de amor y recuerdo, una oportunidad para honrar la memoria de quienes ya no están entre nosotros, que ofrece a las familias mexicanas un momento para conectar con sus seres queridos que han partido, transformando el dolor en una celebración de vida.
La celebración en sí, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, refleja la esencia de una cultura que no ve la muerte como el final, sino como una transformación en la que el recuerdo mantiene vivo el vínculo con aquellos que ya partieron. Tiene raíces profundas en las culturas indígenas, que creían en la dualidad de la vida y la muerte.
Sus orígenes se remontan a las civilizaciones prehispánicas como los aztecas, mexicas, purépechas, nahuas y totonacas, que rendían culto a la muerte. Estas culturas veían la muerte como parte integral de la vida y creían en la existencia de un ciclo continuo. Posteriormente, con la llegada de los españoles en el siglo XVI y su influencia cristiana, la festividad se fusionó con tradiciones católicas como el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos.
Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en épocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.
La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansaban sus seres queridos.
En México la celebración del Día de Muertos varía de estado en estado, de municipio en municipio y de pueblo en pueblo, sin embargo, en todo el país tiene un mismo principio, reunir a las familias para dar la bienvenida a sus seres queridos que vuelven del más allá.