*Eréndira Zavala C.*

Cada 15 de mayo, a lo largo y ancho del país, se lleva a cabo la celebración del Día del Maestro, una fecha cargada de emociones y reconocimiento a una de las figuras sociales más importantes. Esta festividad se ha convertido en una costumbre en la cultura mexicana, donde se busca conservar el respeto y la admiración por quienes enseñan los valores que se transmiten de generación en generación.
La historia del festejo a los maestros en México se remonta al año de 1917, cuando el presidente Venustiano Carranza decretó oficialmente su conmemoración el 15 de mayo, fecha elegida por coincidir con la fiesta de San Juan Bautista de La Salle, considerado el patrono de los educadores por su legado en la formación pedagógica.
En nuestro país, la imagen de los docentes ha sido históricamente valorada por su papel académico y por su influencia en la formación de valores y principios de ciudadanos responsables, siendo vistos como guías, consejeros y, en muchas ocasiones, como modelos a seguir. Esta visión ha favorecido que el día del maestro sea una costumbre que une a comunidades en fiestas de gratitud y reconocimiento. Dentro de la identidad cultural de México, el maestro es quien enseña matemáticas o historia o español y también quien motiva, escucha y ayuda a transformar vidas. En las zonas rurales, por ejemplo, los maestros muchas veces son el vínculo entre la comunidad y el mundo exterior.
A los niños, desde pequeños, se les enseña a que aprendan a valorar a sus maestros, y cada 15 de mayo en distintos escenarios se organizan festivales escolares, presentaciones culturales, mensajes de agradecimiento y detalles simbólicos para demostrarles afecto y respeto.
No obstante, en la actualidad, existe cierto resentimiento hacia los maestros, a veces merecido por la actuación de algunos de ellos que demeritan tan noble labor; pero, a pesar de los cambios sociales y educativos que existen, el Día del Maestro es una fecha emotiva transformada en más que una tradición, es una expresión de la cultura mexicana. Su celebración refuerza los valores fundamentales como el respeto, la gratitud y la importancia de la educación, además de ser quienes trabajan como formadores del presente y arquitectos del futuro, por lo que esta costumbre seguirá viva como un reflejo de nuestra cultura y de nuestra historia.