Los ayudantes de Tláloc que provocaban los relámpagos en la época de lluvias

*Alejandra C.L.*

Foto: Especial

Con las lluvias que se han presentado en los últimos meses en México, mucha gente recuerda al dios mexica Tláloc, a quien se consideraba responsable de esta estación, por parte de memes, dibujos y chistes que hacen alusión a la solicitud para que pare las fuertes precipitaciones o en caso de calor, que mandara el agua para refrescar el ambiente. Sin embargo, Tláloc no actuaba solo, sino que tenía a sus ayudantes, los tlaloques, responsables muchas veces de las tormentas eléctricas que llegan a espantar a la población.

A ellos se les atribuía la formación de diversos fenómenos meteorológicos como el granizo y el trueno, actuando a favor de las órdenes de Tláloc llevar la lluvia a las regiones que lo necesitaran, ya que cada uno estaba a cargo de un punto cardinal: norte, sur, este y oeste.

De acuerdo con los mitos, los tlaloques eran seres pequeños que vivían en las montañas y en las nubes, donde se encargaban de cuidar las vasijas que contenían el agua que posteriormente sería derramada a la tierra, y eran cuatro, distribuidos por cada punto cardinal: Opocheli, Nappatecuhtli, Yauhqueme y Tomiauhtccuhtli.

 Cuando Tláloc les ordenaba que vaciaran las vasijas, ellos obedecían, por lo que con un palo rompían las vasijas para que cayera el agua, cuyo sonido era el que se escuchaba como trueno en la superficie. Hay quien dice que cuando caían los pedazos de vasija a la tierra, era cuando se podían percibir los relámpagos.

Cada uno de los tlaloques tenía una función: Opocheli vertía agua provocando la lluvia; Nappatecuhtli hacía caer el granizo; Yauhqueme provocaba el trueno y Tomiauhtccuhtli, la sequía. Si las lluvias se retrasaban, los mexicas consideraban que los tlaloques se habían ofendido y por eso mandaban la sequía.

Por ello, se esmeraban en realizar los rituales para pedir una buena temporada de lluvias, junto con las deidades Tláloc, Cintéotl y Chicomecóatl, sobre todo en abril, previo a que comiencen las precipitaciones, donde en algunas se realizaba sacrificios humanos. A los tlaloques se les ofrecían sobre todo bebés que tenían remolinos en el cabello.

Los elegidos eran entregados en el remolino de agua que se formaba en la laguna de Pantitlán, que se encontraba en los cerros Tepetzingo y Tepepulco. Durante la procesión, se hacía llorar a los niños que serían sacrificados, además de que los fieles que se encontraban en el ritual también derramaban lágrimas, pues se creía que dependiendo de la abundancia de lágrimas era como caería la lluvia.

A.C.

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