Mixquic, tradición de vida y muerte

*Eréndira Zavala C*

Foto: Segob.

En el sureste de la Ciudad de México, en el pueblo de San Andrés Mixquic, se realiza una de las celebraciones más tradicionales del Día de Muertos, rodeada de misticismo, alegría, música y luz, en sus calles empedradas, su iglesia colonial y su emblemático cementerio.

Desde fines del mes de octubre, las familias de Mixquic, comienzan a transformar al pueblo entero con los preparativos para día de muertos: limpian sus casas, compran flores de cempasúchil, velas y veladoras, papel picado, calaveritas de azúcar, frutas, ingredientes para la comida, agua y sal y todo lo necesario para construir el altar que se dedicará a sus seres queridos.

Los días 1 y 2 de noviembre, Mixquic se llena de color y el olor a copal flota en el aire, risas y llantos se mezclan al colocar los retratos en el lugar de honor y los pétalos del cempasúchil son la guía de las almas que regresan.

El 2 de noviembre, al anochecer, se lleva a cabo la costumbre más importante, La Alumbrada, cuando en el panteón se encienden cientos o miles de veladoras y velas que son colocadas sobre las tumbas decoradas con flores, pan, incienso y fotografías, y familia y amigos se reúnen para pasar la noche junto a sus difuntos y compartir la comida, las historias y los recuerdos.

El espectáculo de Mixquic ha sido reconocido internacionalmente, el paisaje lleno de magia, murmullos, risas, sonido de campanas y las luces iluminando la noche, son una muestra de la identidad colectiva que representa a San Andrés.

Además, se llevan a cabo diferentes actividades culturales como desfiles de catrinas, representaciones teatrales, muestras gastronómicas, grupos tropicales y mariachis amenizan concursos de calaveras de cartón con leyendas satíricas, exposiciones de ofrendas y talleres que buscan preservar la tradición. Un desfile en particular, el Cortejo Fúnebre, recorre las calles del pueblo, mientras la viuda, recita dichos pícaros por la pérdida de su esposo quien está en el ataúd simulando su muerte, pide dinero para sepultarlo y hace bromas a los asistentes. Al llegar al panteón, el “difunto” salta de la caja y echa a correr.

En Mixquic, el Día de Muertos es festivo, un reencuentro con quienes viven en la memoria, un recordatorio de que la muerte, para nosotros los mexicanos, es vida, continuidad. Ese día es un puente entre los vivos y los muertos, una celebración del alma.

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