Los Diablos de Teloloapan, guardianes ancestrales

*Eréndira Zavala C*

Foto: Especial.

En las montañas de Guerrero, existe una tradición que cada año transforma las calles y despierta con el regreso de sus guardianes, llamada la danza de los Diablos de Teloloapan. Esta celebración es muy antigua, tanto como los primeros asentamientos de la región, y es considerada como un acto de protección y una limpia espiritual.

En Teloloapan, en diciembre, el ambiente se llena del olor a ocote y tierra húmeda de los cerros, del tintinear de cascabeles, las pezuñas de cuero y del golpe de las botas sobre el suelo. Los habitantes ancianos dicen que “Ya vienen, los que espantan lo que no debe quedarse”.

La impresión que causan los diablos es grande, con sus máscaras gigantes hechas de madera o cuero y expresiones exageradas de ojos salientes, lenguas colgantes y dientes afilados. Cada máscara es única, tallada por los artesanos dedicados a este oficio, según la tradición de los espíritus del monte, protectores de la vida y el equilibrio.

Con la evangelización española, la figura prehispánica fue mezclada con la iconografía cristiana del demonio, dando origen al guardián que protege asustando, que cura a través del ruido y purifica al pueblo con rituales. Aquí, los diablos no representan el mal, sino su expulsión.

En la festividad, los diablos recorren las calles en grupo, avanzando en brincos, giros y carreras rápidas, mientras persiguen a los niños, espantan a la gente con cambios teatrales y ruidos fuertes de latas, látigos y cencerros; todo, para barrer el espíritu del pueblo, ahuyentar los malos augurios y limpiar el camino del ciclo que viene.

Los habitantes encienden velas en las puertas de sus casas para guiar el camino de los diablos; algunas familias ofrecen pan, pozole o un trago de mezcal para aquellos que deseen compartir.

Quienes han visto esta danza dicen que el espectáculo es una revelación, pues Teloloapan muestra una experiencia auténtica de un lugar que vive su historia y costumbres de forma real mediante el cuerpo, el ruido, el copal y la identidad que los une.

Al terminar el día, al concluir la fiesta, los diablos se quitan las máscaras y el pueblo respira agradecido. Agradecimiento porque los guardianes despertaron un año más, llevándose lo malo y dejando un sendero de luz que comenzará en el año nuevo.

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