La historia de los africanos y los afrodescendientes en la Nueva España y en toda América es una historia de opresión, pero también, y sobre todo, es una historia de resistencia.
La llegada de africanos a las tierras que hoy conocemos como América ocurrió con el arribo de los conquistadores y en consecuencia del sistema de trata esclavista que se consolidó en la época y que hizo posible que, entre los siglos XVI y XIX, cerca de 12.5 millones de personas fueran sacadas a la fuerza de sus lugares de origen en África para ser enviadas como esclavos a diferentes partes del mundo atlántico, hecho considerado el movimiento forzado más grande de la historia[1].
La esclavitud fue en gran medida determinante de las condiciones sociales a las que se enfrentaron los africanos y afrodescendientes en la Nueva España; ese pasado de opresión mantiene en las poblaciones afromexicanas del presente efectos que se ven reflejados en la discriminación y la subvaloración de sus vidas, se trata de residuos del antiguo régimen racista y esclavista que perviven en pleno siglo XXI.
Sin embargo, las vivencias y la historia de los africanos y los afrodescendientes en las américas no están determinadas en su totalidad por la esclavitud y la subordinación a dicho régimen, sino también en oposición a ellas –ya que en las américas existieron africanos libres y la relación con el régimen esclavista no fue de pleno sometimiento–, pues como indica la investigadora Adriana Naveda, “tanto los africanos sacados de su continente por medio del lucrativo negocio de la trata de esclavos y sometidos a un sistema económico y social explotador y discriminatorio, como sus descendientes, nacidos en América dentro de la institución de la esclavitud, presentaron diversas modalidades de resistencia encaminadas a protestar y salir de su condición de sometimiento. La resistencia se hizo patente en lugares del Nuevo Mundo en donde la colonización europea implantó la esclavitud, y varió en intensidad y frecuencia según las condiciones geográficas y sociales de cada región”[2].
A pesar de esta historia de resistencia y de ímpetu por la libertad, las voces, vivencias e historias de las personas negras son a menudo invisibilizadas, y esto se intensifica cuando se trata de la historia de las personas negras que fueron esclavizadas y que lucharon por acabar con esa injusticia, tal es el caso de Yanga o Ñyanga, protagonista de un episodio de nuestra historia que se ha convertido en una gran omisión en los grandes relatos de nuestro país. Para hablar de Yanga, hombre africano que fue esclavizado y que se convirtió en un icono de la sublevación y la liberación, hay que hablar del contexto social de la época en la que vivió.
Los africanos fueron llevados a la Nueva España ante la necesidad de mano de obra suficiente en haciendas azucareras, haciendas cañeras, minas, ranchos y para desempeñar labores de ganadería y agricultura. Las arduas condiciones en las que eran obligados a trabajar y el yugo que padecían hicieron que algunos esclavos inconformes se organizaran para escapar a lugares recónditos y de difícil acceso, como montañas, cañadas, pantanos o bosques, para conformar comunidades conocidas como “palenques”, “rancherías” o “quilombos”, términos que varían de acuerdo con la región de Latinoamérica en la que fueron establecidas estas comunidades. En la época, dichos rebeldes fueron conocidos como “cimarrones”, palabra utilizada en alusión a los animales de ese mismo nombre que comúnmente se hallaban en las montañas[3].
Para sobrevivir, se ocultaban en sus escondites y robaban en los caminos y en las propiedades de los españoles y en los pueblos indios aledaños, de donde sustraían ganado y raptaban mujeres. Sin embargo, como era de esperarse, las autoridades coloniales reaccionaron con el fin de terminar con los asaltos, aplacar las rebeliones y frenar el escape de los esclavos a zonas en las que era complicado atraparlos para posteriormente reintegrarlos con sus explotadores. La sublevación de estos grupos organizados representó una alerta para el poder colonial, por lo que las acciones para hacer frente a la resistencia incluyeron la vigilancia, el castigo, la fundación de ciudades e incluso la negociación con los grupos de esclavos rebeldes[4].
Según explica Adriana Naveda[5], la esclavitud fue de suma importancia en la época, pues “representaba más de la mitad del valor total de las haciendas”; de ahí el profundo interés de los dueños en recuperar a los esclavos fugitivos. Asimismo, quienes poseían esclavos no solo se negaban a otorgarles la libertad por la pérdida económica que ello representaba, sino que veían en el cimarronaje un peligroso ejemplo que otros esclavos podrían seguir; es por ello que la rebelión de Yanga es un caso emblemático de este tipo de sublevaciones.
Yanga fue un hombre africano que fue llevado en 1579 en condición de esclavo a la Nueva España, específicamente a la zona de haciendas cañeras y estancias de ganado en el Valle de Orizaba, Veracruz[6]; de acuerdo con Francisco Xavier Alegre (1729-1788) y su Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España (una de las principales fuentes históricas de este acontecimiento), Yanga era un hombre de edad avanzada y originario de la nación Bran[7], donde –de no haber sido prisionero– se hubiese convertido en rey[8].
Yanga escapó y se estableció en palenques ubicados en las faldas de la sierra de Zongolica, en la sierra Madre Oriental, en compañía de otros africanos que también buscaban la libertad y que probablemente habían llegado a la zona debido al crecimiento azucarero que se dio en Veracruz a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII[9]. Pronto Yanga se convirtió en su líder y se encargó de la administración civil y política del grupo a lo largo de más de 30 años; mientras que el mando militar fue cedido a Francisco de la Matosa, un joven proveniente de Angola que tomó el nombre de su explotador y que también había escapado de la esclavitud.
Según narra Francisco Xavier Alegre, “los mal contentos se habían hecho fuertes en unos lugares por naturaleza inaccesibles, y por otra parte muy abundantes de provisión, de donde salían a asaltar los caminos y lugares, con un daño que se hacía sentir ya generalmente en la Nueva España, y con un ejemplo aún más pernicioso para todos los esclavos y hombres facinerosos que hallaban en ellos una segura protección contra las requisitorias de sus amos”[10].
Para 1609, las autoridades españolas, deseosas de frenar las pérdidas económicas generadas por los asaltos en el camino real hacia el puerto de Veracruz, y dispuestas a mitigar la sublevación de los esclavos, emprendieron una expedición armada en nombre del virrey Luis de Velasco y al mando del capitán Pedro González de Herrera.
Españoles y africanos se enfrentaron, pero la resistencia y perseverancia del ejército de Yanga y de la Matosa hizo que el virrey accediera a negociar la libertad de los rebeldes. De esta manera, los españoles ofrecieron una tregua que implicaba algunas capitulaciones para Yanga y su gente; dichas condiciones tenían que ver con el deseo de terminar con las fugas de esclavos y las rebeliones que habían puesto en crisis al poder colonial y que constituían cuantiosas pérdidas económicas, por lo que a partir de ese momento, Yanga y su gente se comprometieron a atrapar y devolver a cualquier esclavo que escapara y que buscara refugio con ellos, aunque al parecer esta condición no fue cumplida del todo[11].
Asimismo, los acuerdos a los que llegaron incluían la libertad e independencia de los grupos rebeldes y de sus descendientes, así como la fundación de un pueblo en el que pudieran instalarse y que estuviera ajeno del influjo de los españoles.
De esta manera surgió el pueblo de San Lorenzo, cuya existencia se legalizó hacia 1640, y que también fue conocido como Negros Libres, Pueblo de Negros, San Lorenzo Cerralvo y San Lorenzo de los Negros; actualmente, dicho territorio recibe el nombre de Yanga, municipio ubicado en la zona centro del estado de Veracruz.
Cabe aclarar que la rebelión liderada por Yanga no fue la primera sublevación en la Nueva España de africanos esclavizados, y mucho menos fue la última; sin embargo, es una de las más importantes debido al éxito de la resistencia, pues la rebelión tuvo como resultado la fundación de San Lorenzo de los Negros, pueblo libre que es considerado uno de los antecedentes de las luchas por la libertad y los procesos de independencia en la Nueva España.