En el marco del bicentenario de la Consumación de la Independencia, este 24 de agosto abrió la exposición gráfica Los Tratados de Córdoba. Desatar el nudo sin romperlo, prolegómeno ineludible de la culminación de la guerra insurgente iniciada en 1810, y con la cual también se inaugura como espacio dedicado a la cultura, la recién rehabilitada Ex Hacienda de Toxpan, uno de los primeros ingenios azucareros del país, localizada en este municipio veracruzano.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organizó esta exhibición que abunda en el proceso iniciado el 24 de febrero de 1821, con la proclamación del Plan de Iguala, y concluyó seis meses después con los Tratados de Córdoba, haciendo efectiva la interlocución del Ejército de las Tres Garantías, formado por las tropas insurgentes comandadas por Vicente Guerrero, y las realistas encabezadas por Agustín de Iturbide.
La muestra, a cargo de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH, se desarrolla a través de once módulos informativos que parten de la manera en que Iturbide, al frente del Ejército Trigarante, supo mover la balanza a su favor y recoger voluntades —mediante el intercambio epistolar, el trato personal y, en ocasiones, con las armas en la mano— que llevaron a la destitución del virrey Juan Ruiz de Apodaca.
Una vez logrado esto, Iturbide preparó las condiciones para recibir al recién nombrado capitán general y jefe político superior, Juan de O’Donojú, pensador liberal que mostró disposición para llegar a un acuerdo con los rebeldes.
La muestra refiere cómo el pacto social que daría origen al Imperio mexicano, pretendía el establecimiento de una monarquía constitucionalista para estar a la par del pensamiento liberal europeo y, al mismo tiempo, lograr la independencia de España sin romper con ella, a través de una transición pacífica.
Para ello, explicaron los curadores, los historiadores Susana Avilés Aguirre y Carlos Germán Gómez López, en el Plan de Iguala quedó planteado ofrecer la corona del nuevo imperio a Fernando VII o a alguno de sus parientes cercanos, pero los Tratados de Córdoba abrieron la posibilidad que, en caso de no aceptar, la Junta Gubernativa resolvería designando un sustituto, incluso, uno mexicano.
Fue así que el encuentro celebrado el 24 de agosto de 1821, en la villa de Córdoba, entre el primer jefe del Ejército Trigarante y Juan de O’Donojú, tuvo por finalidad firmar en una breve ceremonia, el documento por el cual se reconocía el nacimiento de un imperio independiente de la monarquía española.
“Los 17 puntos de los Tratados de Córdoba desataron el nudo sin romperlo, al ratificar el Plan de Iguala con escasas modificaciones, como la posibilidad de que las Cortes mexicanas designaran al emperador, en caso del rechazo de los Borbones a la Corona mexicana. Se dio nombre al nuevo Estado surgido de la Independencia; se previó el establecimiento de una Regencia y O’Donojú se ofreció a ejercer su autoridad frente a Francisco Novella, a efecto de que la Ciudad de México abriera sus puertas al Ejército Trigarante”, detallaron los curadores.
El relato de los sucesos se acompaña de líneas de tiempo, epígrafes y los retratos de Vicente Guerrero, Agustín de Iturbide, Juan de O’Donojú y Francisco Novella, este último gobernador de la Ciudad de México y virrey provisional tras la destitución de Juan Ruiz de Apodaca, quien luego de ríspidas negociaciones y un último esfuerzo por resistir en Azcapotzalco, se vio obligado a firmar un armisticio.
De esta manera, O’Donojú entró a la Ciudad de México, donde recibió el mando. Tres días después acogió a Iturbide, quien al frente del Ejército Trigarante desfiló por las calles de la capital hasta el Palacio Virreinal, el 27 de septiembre de 1821. Un día después, todos los miembros de la Junta Provisional Gubernativa y del Consejo de la Regencia firmarían el Acta de Independencia del Imperio mexicano, excepto Juan de O’Donojú, quien se encontraba gravemente enfermo.
Villas, ciudades y provincias fueron adhiriéndose al Plan de Iguala y al Imperio mexicano; únicamente el Fuerte de San Juan de Ulúa, en Veracruz, permaneció en manos de autoridades españolas hasta 1825. Ni Fernando VII, rey de España, ni las Cortes, reconocieron los Tratados de Córdoba firmados por O’Donojú, quien murió el 8 de octubre de 1821, en la Ciudad de México.
Hasta finales de 1836, tras varios intentos de reconquista —como el de Isidro Barradas, en 1829—, la regente María Cristina, viuda de Fernando VII, en nombre de su hija, la reina Isabel II, reconoció la Independencia de México.