Eréndira Zavala C
Desde siempre, el ser humano, constante y permanentemente, está inmerso en la cultura; pensamientos, sentimientos, actuaciones, lenguas, creencias, comidas, entre un largo etcétera, son todas expresiones culturales. Este universo de manifestaciones que son transmitidas de generación en generación, por medio de lo que se oye, se lee, se ve y se vive en la convivencia del día a día, genera la rica herencia de la tradición.
Con las tradiciones y sus costumbres, la colectividad busca asegurarse la continuidad de los muchos conocimientos y saberes antiguos, de los valores e intereses que la distinguen como grupo y la diferencian de otros. Conservarlas, implica su práctica invariable con el firme propósito de formar hábitos sólidos y, también, modos de ser, de comportamiento y de modelos a seguir a pesar del tiempo; ese tiempo implacable que cambia a la tradición, la envuelve en la modernidad y en las necesidades y nuevas experiencias e influencias de grupos sociales que se encuentran alrededor.
De ahí la importancia de compartir las tradiciones de manera íntegra, real y auténtica, cumplir con las formas y los requisitos, con los sentimientos a flor de piel y el corazón comprometido; enamorado de lo que se hace, con la confianza puesta en la seguridad que la tradición representa. Ésa que da sentido a las vivencias con las cuales se ha crecido, a la incertidumbre del futuro, a las preguntas sin respuesta, a las creencias necesarias para enfrentar el mundo con sus innumerables agitaciones.
La tradición, con sus colores, formas y olores, deslumbra a la cotidianidad que existe alrededor, envuelve de vistas mágicas el espacio contemporáneo y despierta los sentidos para saborearlo en plenitud. Su conservación y rescate debe -entonces-, ser parte fundamental de las naciones, para aprovechar la herencia cultural tan vasta conformada por las costumbres de aquellos que han dado identidad y fortalecido los lazos entre las comunidades, engrandeciéndolas.
En definitiva, resulta difícil pensar que la cultura pudiera llegar a perderse, solo pasa por procesos de transformación según se adapte a las nuevas tendencias que aparezcan; por esto, las tradiciones deben tener raíces firmes que permitan a la cultura una evolución en distintos sentidos, enlazando pasado, presente y futuro en un entramado que brinde unidad y armonía enfocada en el bienestar social.