*Eréndira Zavala C*
Esta creencia católica llegó a México con la Conquista y con el paso de los años adquirió elementos que la modificaron como colocar nacimientos, partir la rosca y pedirle juguetes a los Reyes Magos; y celebra la visita de los Reyes Magos de Oriente al niño Jesús, después de la adoración de los pastores de Belén al niño; su relevancia, encontrada en la biblia, habla de la manifestación en el mundo de la existencia del hijo de Dios hecho hombre y la nueva era.
Según algunas historias eran varios magos, al menos doce de acuerdo a relatos cristianos sirios y armenios; pero la idea más reconocida es que fueron tres que, siguiendo una estrella y montados en un camello, un caballo y un elefante, llegaron a Belén para entregar sus presentes: oro, incienso y mirra. Algunos historiadores cuentan que los magos eran originalmente una tribu meda convertida en casta sacerdotal de los persas y practicaban la adivinación, medicina y astrología; y que sus nombres en hebreo eran Apelio, Amerio y Damasco; en griego Gálgata, Malgalat y Sarathin; y en lengua latina, Gaspar, Baltasar y Melchior (Melchor). Sus colores de piel al principio, en Occidente, representaban a las razas de Sem, Cam y Jafet; y ahora son los colores del mundo: blanco, amarillo y negro, y de igual modo, simbolizan los continentes de Europa, África y América.
El festejo de los Reyes Magos (o Santos Reyes), celebrada el 6 de enero, es un día especial en México, donde los niños escriben en una carta peticiones de dulces y juguetes y dan fe de haberse portado muy bien durante todo el año; la víspera, van a dormir temprano y ponen uno de sus zapatos, así como agua y paja para los animales, y leche y galletas para los magos, quienes cansados de repartir juguetes tengan un momento de descanso.
Ese día, además, se parte la Rosca de Reyes en una merienda familiar, acompañada de chocolate, café o leche; esta tradición, llegada con los españoles, hace referencia al “roscón” que se comía en los conventos y al cual le escondían un haba, luego sustituida por un Jesús pequeñito, que era vestido para bendecirlo el 2 de febrero, Día de la Candelaria. La costumbre señala que quien lo encuentre, debe cumplir con los tamales y el atole para ese día y no “hacerse rosca”, escondiéndolo.
Así que, es menester en esta fecha, acostarse pronto, dejar los zapatos limpios, creer en la magia de los Reyes Magos y dar un largo suspiro mientras con una buena mordida a un trozo de la rosca de Reyes y un trago al chocolate caliente, estamos rodeados de nuestros seres queridos.
Eréndira Zavala C.