De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en promedio, cada dos semanas “desaparece una lengua y, con ella, todo su patrimonio cultural e intelectual”. Por ello, el 21 de febrero de cada año se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna, como un esfuerzo para promover el multilingüismo y la diversidad cultural.
Además, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó esta década (2022-2032) como el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas del Mundo con el objetivo de “llamar la atención sobre la difícil situación de muchas lenguas indígenas y movilizar a las partes interesadas y los recursos para su preservación, revitalización y promoción”.
Respecto a la relevancia de esta conmemoración, el licenciado Raymundo Isidro Alavez, profesor de hñähñu en el Centro de Enseñanza de Idiomas de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, habló sobre la importancia de preservar el patrimonio lingüístico de México.
El hñähñu, la lengua materna de Isidro Alavez, es comúnmente conocida como otomí y se habla en Boxtha, comunidad de la que es originario, ubicada en el Valle del Mezquital, en el Estado de Hidalgo.
Isidro Alavez se ha dedicado a dar clases de hñähñu en Acatlán desde que impulsó estos cursos en 1999, además, ha traducido diversas obras al otomí del Valle del Mezquital entre las que destacan Aura, de Carlos Fuentes; El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, El llano en llamas, de Juan Rulfo, entre otras. Actualmente concluyó la traducción de Árbol adentro, de Octavio Paz, aún pendiente de publicar.
El académico también adscrito a las licenciaturas en Comunicación e Historia, indicó que conservar el patrimonio lingüístico de México es elemental para “tener la identidad bien consolidada, ya que, un país que no tiene bien arraigada su identidad es un país que puede ser fácilmente manipulado, controlado”. Consideró que, siglos después del arribo de los españoles, en la actualidad todavía se da una conquista, “ya no con armas, sino con el idioma, la música, todo, y olvidamos lo nuestro”.
Sobre la situación del por qué desaparecen las lenguas, el profesor explicó que, desde su experiencia, a mediados de la década de los sesentas aún era “tomado a mal que alguien hablará cualquier lengua originaria”.
También, agregó el docente: “había mucha discriminación y todavía a la fecha”, y añadió que, como una forma de protegerlo contra la discriminación, le insistían en que no hablará otomí en ciertas ocasiones. “Pero bueno, lo hablaba con mis amigos en la escuela, en el pastoreo, en alguna actividad, con las personas mayores”, recordó.
Asimismo, señaló que actualmente la situación es diferente, pues existen las universidades interculturales, además, hay poetas, escritoras y radiodifusoras bilingües con las que ha colaborado. Durante su actividad de traducción, también colabora a veces con la ayuda de sus estudiantes, a quienes consulta sobre cómo el hñähñu puede adoptar ciertos neologismos.
Isidro Alavez invitó a la comunidad universitaria a conocer una lengua originaria, porque consideró que quien aprende un nuevo idioma explora su aporte cultural, arte y creencias, además de un cúmulo de conocimientos que solo se pueden entender mediante el conocimiento del idioma, el cual explica por qué sus hablantes son de cierta forma.
El docente explicó que la difusión de su lengua impulsa la divulgación de su cultura y la compresión de la profundidad en su forma de pensar, en especial, el respeto a los seres humanos y la naturaleza. “Todo eso se pierde porque nos han distinguido como seres diferentes, con otra mentalidad”, acotó Isidro Alavez.
“Mi cultura todavía cree en la luna. Sabe leer, por cierto, el brillo de las estrellas. Inclusive la coloración del sol es diferente, en ocasiones se pone como con una especie de ruedita con nubes y las personas dicen: ‘Va a llover tales fechas’, y le atinan. Muchos son especialistas en observar la naturaleza. Por la caída del viento (saben) cuando van a hacer lluvias o frío, fuerte o suave, ellos lo distinguen bien. Yo todavía no he aprendido, por más que me levanto temprano… Se requiere más que nada estar pendiente del movimiento de los animales, de las plantas. La naturaleza habla, pero hacen falta lectores”, explicó el docente.