*Eréndira Zavala C*
Hace apenas unos días, una amiga me contaba acerca de la tradición de llevar ceras en Malinalco, en el Estado de México, en la celebración de Día de Muertos. Su manera de decirlo fue contagiosa porque expresaba el cariño, alegría y orgullo que tiene hacia las costumbres con las que creció y esos sentimientos son los que mantienen vivas a las tradiciones.
Este festejo es el de los Muertos Nuevos, los difuntos que en el transcurso del último año iniciaron su recorrido. Las familias colocan ofrendas en sus hogares con fotografías de las personas a quienes están dedicadas, con flores de cempasúchil, nubes, terciopelos y muchas más; alimentos, adornos, bebidas y gustos en vida de los fallecidos, frases célebres, pasiones deportivas, pasatiempos, oficios o actividades a la que se dedicaban como inspiración de los altares, para después abrir las puertas de sus casas para todo aquel de desee admirarlos.
En esta celebración se hace una cruz en el piso con troncos del árbol del plátano y los travesaños se perforan por la parte superior a todo lo largo para colocar lo que lo malinalquenses llaman ceras o luces, que son velas grandes de aproximadamente 60 centímetros de largo y unos 3 de diámetro, destinadas a iluminar el camino de las ánimas y no se pierdan de regreso a su hogar.
Los visitantes de las ofrendas deben llevar una cera a cada casa que asistan, esta cera se coloca en los travesaños que han sido perforados, de esta manera los muertos son guiados por las luces de sus seres queridos. A manera de agradecimiento, las familias dan a las visitas una bolsa con pan de muerto, un rosario y una tablilla de chocolate, los invitan a sentarse y les ofrecen tamales, pan, mole, café, ponche, mezcal o tequila.
Cuando llega una cera nueva se enciende y se apaga una de las anteriores, esto se repite durante toda la noche; la cera derretida de todas las velas utilizadas en la celebración, se recoge para fundir nuevamente y fabricar cirios pascuales, que se encienden en distintos momentos del año.
Más allá de su importancia cultural, la tradición vive o muere gracias a la gente que le rodea, a quienes con el corazón en la mano creen en ellas y hacen su mejor esfuerzo para compartirlas y mostrarlas al mundo. Este festejo es una clara muestra de cómo a través de una tradición, los lazos de amistad pueden estrecharse y son recordatorios permanentes de que, en México, la muerte se vive con alegría.