La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recuerdan este 10 de febrero al artista plástico y escultor Juan Soriano, en el 15 aniversario de su deceso.
Considerado una de las figuras fundamentales del arte en México, el artista jalisciense creó una estética personal inconfundible como pintor, escenógrafo y escultor. Su carrera da cuenta de una multiplicidad de caminos, tanto por sus constantes cambios de estilo como de práctica artística, a la par de los innumerables artistas y escritores con quienes convivió y cuya amistad nutrió su poética creativa.
En palabras del curador del Museo de Arte Moderno (MAM), Carlos Segoviano, la figura de Soriano es clave para entender cómo la pintura nacional pasó de un imaginario en que la mexicanidad se definía a partir de representaciones centradas en las características extraordinarias del folclor, para posteriormente dar cuenta de lo que es propio de nuestro territorio, lo cual es posible expresar a través de un excepcional uso del color que evoca poéticamente tanto a nuestras artesanías como al ancestral mundo prehispánico y, al mismo tiempo, a la cultura occidental de la que también formamos parte.
Soriano, además con su escultura, deja de manifiesto la necesidad de superar la mera representación de personajes ilustres para pensar los monumentos como animales extraordinarios, mágicos, que forman parte del entorno urbano y que nos permiten aligerar el peso de vivir rodeados tan sólo de edificios y automóviles.
Así, señala el curador, el trabajo de Soriano mira al pasado, a las tradiciones con que creció en su natal Jalisco y, al mismo tiempo, es un diálogo con el presente y el futuro, sobre los caminos que debe adoptar el arte para mostrarse vigente, acorde a su época.
Por su parte, la excuradora del MAM y actual directora del Museo Mural Diego Rivera,Marisol Argüelles, considera que el trabajo de Soriano se inserta más en la experimentación que en una corriente específica, “si bien su larga trayectoria se centró en la figuración, también cultivó una pasión momentánea por la abstracción”.
De espíritu inquieto y dinámico, comenta, su obra es la materialización de la independencia, desde donde contribuyó a renovar los parámetros de las artes visuales en México. De los muchos géneros que cultivó, el retrato fue uno de aquéllos en los cuales consolidaría un cuerpo de obra inigualable, particularmente en los estudios de la escritora Lupe Marín.
Sin embargo, Soriano conformó nuevo modelo de representación más lírico e intimista, producto de un enorme bagaje cultural que asoma, por ejemplo, en sus referencias a la antigüedad clásica como pretexto para explorar la belleza desde una perspectiva alentada por la búsqueda formal. Tal es el caso del óleo Apolo y las musas(1954) que resguarda el MAM.
Su paso por la abstracción fue también pretexto para la experimentación con el color, como en el lienzo El pez luminoso (1956), pero incluso en la figuración, optó por una paleta brillante y luminosa que dio identidad a su producción.
Además de la pintura, Soriano transitó por diversas disciplinas, fue ceramista, escenógrafo, pintor, escultor, diseñador de vestuarios, ilustrador y activo participante de la atmósfera artística de México que compartió con intelectuales como Inés Amor, Salvador Novo, Carlos Pellicer, María Zambrano, Paul Westheim, Juan García Ponce y Octavio Paz, colocándose al centro de un movimiento que habría de influir en la producción artística de futuras generaciones.
Juan Soriano y el MAM
El Museo de Arte Moderno guarda una especial relación con Juan Soriano por ser un recinto dedicado a difundir e investigar los diversos tránsitos de la pintura moderna mexicana, proceso en el cual el pintor tapatío es una pieza clave. Su obra se ha presentado desde 1966 en más de 30 exposiciones, entre ellas: Las Huellas del Tiempo. Juan Soriano 70 años de vida (1991), así como una gran muestra póstuma, a 10 años de su partida, la cual dio cuenta de su carrera artística: Juan Soriano 1920-2006.
Para celebrar los 100 años de su natalicio en 2020, el MAM realizó, en conjunto con el repositorio digital Memórica, dos exposiciones virtuales, además de que en el espacio denominado Gabinete (al interior del MAM) se presentó un pequeño ejercicio visual centrado en una de sus piezas clave: El pez luminosode 1956.
El MAM resguarda 17 obras del artista, desde retratos y escenas realistas con toques fantásticos de los años cuarenta, pasando por sus telas luminosas y semiabstractas de mitad de siglo, tras su viaje a Europa, así como su interés en la práctica escultórica en que sobresale Pájaro de dos caras, sin olvidar un autorretrato que dibujó en el siglo XXI.
Oriundo de Guadalajara, Jalisco, Juan Francisco Rodríguez Montoya, mejor conocido como Juan Soriano (1920-2006), desde los 12 años sorprendió con sus dotes a creadores como Chucho Reyes o Alfonso Michel. En 1934, como parte del taller Evolución, del pintor Francisco Rodríguez “Caracalla”. En dicha muestra su trabajo llamó la atención de Lola Álvarez Bravo, María Izquierdo y José Chávez Morado, quienes le sugirieron viajar a la Ciudad de México, lugar al que llega en 1935.
Ya en la capital del país, Soriano se relacionó con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y con Frida Kahlo, pero principalmente con los escritores y artistas visuales de la revista Contemporáneos, con quienes participó en la elaboración de escenografías.
En vida, recibió varias condecoraciones, entre ellas el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1987 o el Premio Velázquez de las Artes Plásticas de España (2005). Juan Soriano falleció el 10 de febrero de 2006 en la Ciudad de México.