*Eréndira Zavala C*
Mientras en Europa se celebraba el nacimiento de Jesús, nuestros antepasados prehispánicos llevaban a cabo lo propio con el nacimiento del niño Sol, Huitzilopochtli, en el mes de Panquetzaliztli, durante el solsticio de invierno, que antiguamente ocurría el 25 de diciembre y con los cambios calendáricos, ahora es el 21 de diciembre.
La celebración del dios del Sol era de gran importancia para los aztecas debido al interés que daban a los fenómenos astronómicos, los cuales asociaban no solamente con los ciclos agrícolas sino también con el paso del sol a una renovación de la vida, del mundo, a una nueva generación que representaba el principio y fin de un período repetido indefinidamente y una oportunidad de continuar la vida y celebrarla; en el solsticio de invierno, la luz alcanza un mínimo, el sol cambia muy poco su posición en el cielo dando la apariencia de estar en un lugar fijo. Esta fiesta duraba varios días y contemplaba danzas religiosas, rituales, convivios, comida, bebida y estatuillas o ídolos pequeños hechos de maíz azul, tostado y molido, mezclado con miel negra de maguey.
La ceremonia de agradecimiento contempló para muchas culturas una serie de deidades como Taandoco -también conocido como Ñuhu Nchikanchii-, la personificación del sol para los mixtecas, su principal benefactor, pues son la luz y el calor del sol los que permiten la vida en la tierra.
Copijcha Tlatlauhaqui, señor zapoteca del sol, las armas, la cacería y la guerra, a quien se honraba en la ciudad de Monte Albán en Oaxaca, y se hacía presente 65 días antes del solsticio de invierno y 65 días después, cuando el sol se alineaba con el llamado “edificio enjoyado”.
Ah´Kin, también llamado Kinich Ahau señor maya del sol, generador del tiempo, la luz y el calor en los cuatro rumbos del universo, el dios creador de la vida. Su importancia era tal para los mayas que su representación se encuentra en algunos lugares como Chichén Itzá, donde ocurre un juego de luces en el templo de Kukulcán, y la sombra de una serpiente baja por las escalinatas de la construcción; también en Dzibilchaltún, cuando el sol se oculta tras el templo de las siete muñecas, dando la impresión de estar viendo el rostro del astro rey.
Con la Conquista y la Evangelización, estas celebraciones fueron sustituidas por las festividades del nacimiento de Jesús, las posadas y las apariciones de la Virgen de Guadalupe; no obstante, la esencia de la fecha, el nacimiento y celebración de la vida continúan, solo que en la actualidad se encuentran vestidas de otros símbolos.