En los últimos años, una serie de hallazgos efectuados en municipios de la zona metropolitana como Tultepec y Zumpango, e incluso en la alcaldía capitalina de Milpa Alta (a más de 2,800 msnm), han puesto el foco en la Cuenca de México, al contar con yacimientos paleontológicos que permiten el estudio de la megafauna, en particular para el análisis de esos grandes proboscídeos que deambularon en las orillas de sus lagos, los mamuts.
El investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Joaquín Arroyo-Cabrales, participó en el ciclo de conferencias virtuales La arqueología hoy, de El Colegio Nacional y coordinado por el también experto del INAH, Leonardo López Luján, con una amplia disertación sobre estos animales icónicos del Pleistoceno, en particular en torno al mamut colombino, especie que alcanzó a distribuirse hasta Honduras.
El biólogo y experto en zoología, es uno de los miembros del equipo multidisciplinario e interinstitucional que ha trabajo desde mediados de 2020 en la investigación de más de 40 mil elementos óseos de mamut –mayoritariamente-, caballos, camellos, bisontes, perezosos, tigres dientes de sable, entre otros animales pleistocénicos, en terrenos donde se construye el Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”, en Santa Lucía, municipio mexiquense de Zumpango y que fueron recuperados por la Dirección de Salvamento Arqueológico de la misma institución.
Arroyo-Cabrales indicó que desde la edificación de la Base Militar, Santa Lucía ya figuraba como uno de los más de 100 sitios de la Cuenca de México con registros fósiles de mamuts; aunque en el país se tienen inventariados más de 300, en su mayoría correspondientes a hallazgos aislados.
En la charla donde abundó en las hipótesis y debates actuales sobre la interacción entre mamuts y humanos, hizo hincapié en que los fechamientos por radiocarbono más antiguos que se tienen para el territorio mexicano, referentes a esta asociación, señalan entre 11 y 25 mil años.
De ahí la importancia, dijo, del control que se tiene de los depósitos de Santa Lucía, ya que los geólogos partícipes de la investigación, tienen disponibles paredes con perfiles de más de 20 metros que les permitirán tener una lectura estratigráfica “de lo que creemos –no tenemos fechas absolutas— son 200 mil años de la Cuenca de México, no necesariamente en todo ese periodo hay presencia de fauna en los depósitos, pero sí la reconstrucción del ambiente de ese intervalo de tiempo”.
Por esta razón, el sitio de Santa Lucía, cuyas excavaciones dirige el arqueólogo del INAH, Rubén Manzanilla López, ha dado lugar al proyecto de investigación “La Prehistoria y Paleoambientes del Noroeste de la Cuenca de México”, que estudiará estos depósitos y los del cercano yacimiento Tultepec II, donde el también arqueólogo Luis Córdoba Barradas localizó un importante depósito de restos de mamuts, que en su primera impresión se interpretó como la presencia de posibles trampas, por lo que el proyecto de investigación buscará sustentar o refutar tal afirmación.
Dicha iniciativa cuenta con el apoyo de investigadores del INAH y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Nacional de Medicina Genómica, por mencionar algunos, y entre sus objetivos está dilucidar factores biológicos como son la paleobiología de vertebrados, en particular de los mamuts, y la tafonomía; como factores abióticos relativos con la geología y la reconstrucción paleoambiental, aspectos en los que intervienen geólogos y vulcanólogos.
En palabras del investigador adscrito al Laboratorio de Arqueozoología “M. en C. Ticul Álvarez Solórzano” del INAH, en Santa Lucía aún no se ha encontrado evidencia sólida respecto a la posible presencia humana en los depósitos fosilíferos excavados; no obstante, “es indispensable tener fechamientos absolutos y ya contamos con muestras listas para enviarlas a laboratorios donde se realizarán utilizando la técnica de radiocarbono por aceleración de masas”.
Joaquín Arroyo señaló que los estudios taxonómicos y tafonómicos “permitirán, en reversa, llegar al animal vivo”, pues a través de ellos es posible conocer la biología de estos animales del Pleistoceno, en especial del mamut, desde la talla y el sexo, las edades de los individuos, y eventualmente si correspondían a diferentes grupos poblacionales; o bien, mediante la lectura de sus huesos, determinan el tipo de actividades a que estuvieron sometidos, incluida la interacción con otros animales.
Los estudios ecológicos, a cargo del investigador del Instituto de Geología de la UNAM, Víctor Adrián Pérez Crespo, comprenderán el análisis de isótopos estables e isótopos radiogénicos de los huesos de estos animales, para reconocer tanto el tipo de alimentación (de pacedores como el bisonte o ramoneadores como el tapir, o los que tenían dieta mixta), el hábitat y su movilidad, ya que es muy posible hayan deambulado en otras regiones.
Finalmente, dijo que los estudios moleculares como el de ADN antiguo, los cuales también se contemplan en este proyecto de investigación, pueden llevar a reconocer aspectos poblacionales de estos ejemplares, análisis que hasta el momento solo se habían realizado en las zonas boreales del mundo, y algunas más secas como Arizona, Estados Unidos.