*Eréndira Zavala C*
Como licenciada en turismo, viajar se convirtió en parte de mí, los viajes realizados mientras cursaban la carrera me transformaron y llenaron de anécdotas y recuerdos que, de vez en cuando, se asoman y me dibujan una sonrisa al rememorarlas.
Visitar una nueva ciudad o diferente a la que se vive, conocer otras costumbres, disfrutar de otro clima, comer diferente, aprender mientras se entretiene… Esto y más se relaciona con la experiencia de viajar e influye positivamente en nuestra cultura general.
Dentro del turismo cultural, viajar puede tener un contenido sumamente variado desde el urbano (ciudades culturales o con temas relacionados), monumental, arqueológico, etnográfico o artístico (lugares o eventos musicales, pictóricos, literarios, etc.), pasando por el científico (estaciones biológicas, yacimientos arqueológicos, personajes científicos), gastronómico y enológico (comida, vino), hasta el industrial(visita a fábricas o grandes construcciones civiles), y el religioso y místico(lugares energéticos, sitios de peregrinación para alguna religión).
Desde el siglo XIX viajar a otro lugar con el objetivo de conocer su sociedad, cultura y construcciones, fue motivado por el interés por enterarse de otras civilizaciones y culturas, animación además derivada por relatos de aventureros y estudiosos que narraban cuentos y leyendas.
Viajar significa aprender, conocer, renovar, aportar a uno mismo experiencias, momentos y recuerdos, permite tener nuevas perspectivas de vida, ver las cosas con mayor amplitud y desde un enfoque mucho más flexible y libre. La experiencia que como turistas buscamos es disfrutar del tiempo libre a través de actividades y momentos diferentes y divertidos a las que siempre realizamos, generando con ello un enriquecimiento personal.
Existen muchas razones para pasear, entre ellas se encuentran conocer personas y hábitos de vida distintos a los nuestros, valorar nuevas formas de pensamiento, probar sabores nuevos, reflexionar nuestro entorno, favorecer el desenvolvimiento personal y la capacidad de adaptación a las características de los lugares. Además, viajar disminuye los niveles de estrés (sobre todo si es en contacto con la naturaleza), cuerpo y mente se renuevan al alejarse de las preocupaciones, aporta conocimientos, es el mejor aliado contra la depresión, rompe la rutina.
Cualquier ocasión es una buena excusa para descubrir paisajes, degustar platos distintos, sentir aires renovados; un fin de semana, unas horas robadas al día, unos días de vacaciones… viajar es vivir el presente, alejados de la pesadez del pasado y de la ansiedad del futuro, intercambiar cultura y una experiencia única de alegrarse el alma.