*Eréndira Zavala C*
En México, la cultura popular de la lucha libre ha sobrevivido al paso del tiempo, mezcla de deporte y secuencias teatrales forma parte de la identidad nacional, sus máscaras nos identifican tanto como el mariachi o el tequila, por lo que también es Patrimonio Cultural Intangible de la CDMX.
Desde la antigua Grecia, la lucha ha estado presente como actividad de competencia. Se dice que los mesoamericanos también la practicaban, los guerreros se ejercitaban a través de enfrentamientos de cuerpo a cuerpo, como se ha descubierto en algunas esculturas de guerreros olmecas.
A mediados del siglo XIX, durante la época de la intervención francesa, comienzan las primeras funciones de lucha libre en nuestro país, exhibiciones que incluían funciones de lucha grecorromana realizadas por las tropas francesas. Pero es hasta 1863 que Enrique Ugartechea se da a conocer como el primer luchador mexicano.
En 1922, Salvador Lutteroth, exteniente de la Revolución Mexicana, crea la Empresa Mexicana de Lucha Libre, conocida hoy como Consejo Mundial de Lucha Libre; y en 1933 celebra su primera función en la Arena México, con el Ciclón Mckay -luchador irlandés- y a Yaqui Joe, como único luchador mexicano campeón del mundo.
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Se considera que entre 1940 y 1970, la lucha libre mexicana tuvo su mayor auge y desarrolló técnicas, acrobacias y reglas propias, como los saltos fuera del ring, las llaves a ras de piso y el uso de las cuerdas para impulsarse, que la distinguen en otros países. Este apogeo tuvo también que ver con el florecimiento de los medios de comunicación en México, radio, cine y televisión; y gracias a ellos, surgieron las primeras leyendas de la lucha profesional como el Santo, Blue Demon, Rayo de Jalisco o el Cavernario, quienes aparecieron en varias películas y sus nombres incluidos en canciones.
En la actualidad es poco lo que este espectáculo ha cambiado, continúan los bandos rudos y técnicos presentándose. Los primeros asumiendo el papel de villanos, tratando de lastimar al oponente con simulaciones de técnicas ilegales violentas, mientras que los segundos se apegan a las técnicas ortodoxas y legales.
Querido lector, dese la oportunidad de asistir a una función de lucha libre, un paseo por coloridos vestuarios, lenguaje, porras, abucheos, insultos y chiflidos que dan alivio a las penas del corazón y del alma y le permiten conocer un poco más de nuestra cultura popular.