Leyendas religiosas de México

*Eréndira Zavala C.*

Foto: Especial

Entre nosotros existe una tradición religiosa sumamente arraigada, imágenes de santos, vírgenes, cristos y apariciones se encuentran inmersas en nuestra cultura y sus historias y leyendas son transmitidas de generación en generación.

Una de ellas corresponde a la Virgen del Rosario de Talpa de Allende, en Jalisco, que cada año reúne a miles de peregrinos. Se dice que los tarascos michoacanos llevaron la imagen modelada con pasta de caña en 1585, pero luego fue olvidada y dejada en un rincón. En 1644 decidieron enterrarla en la sacristía de la iglesia por encontrarse apolillada, carcomida, desfigurada y rota, y al envolverla en un mantel, de la imagen brotó un resplandor muy intenso y llenó de nubes y ángeles el lugar, la Virgen de Talpa comenzó a transformarse para convertirse en una hermosa e imponente imagen celestial, llamándolo el Milagro de Renovación.

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Otra historia es la del Señor del Veneno, venerado en la Catedral Metropolitana de la CDMX, que cuenta que en la Nueva España vivían don Fermín Andueza y don Ismael Treviño, ambos con grandes riquezas, pero el primero noble de corazón y devoto asistir a misa todos los días y detenerse ante un gran Cristo para depositarle una moneda de oro y besar sus pies. Al segundo, de alma oscura, le pesaba el bien ajeno y envidiaba profundamente a don Fermín, tanto que interfería en sus negocios sin éxito. Un día, a don Ismael se le ocurrió envenenarlo con un pastel, que contenía un agua de color azul que no daba muerte inmediatamente, sino que se distribuía en el cuerpo y luego de unos días causaba efecto sin dolor ni huella. Don Ismael siguió a don Fermín para estar presente en el momento en que el veneno diera resultado; uno de esos días, en su recorrido diario, al inclinarse don Fermín a besar los pies del Cristo, una mancha negra se extendió sobre la figura, don Ismael corrió a arrodillarse y pedir perdón a don Fermín por lo que había hecho. Aunque quisieron encarcelarlo, don Fermín lo perdonó y don Ismael dejó la ciudad y nunca se volvió a saber de él.

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Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, en Jalisco, cuenta también con su propia leyenda. Donada en 1545, fue olvidada y arrumbada en la sacristía hasta que, en 1623, cuando llegó un circo y en un accidente, una niña cayó de un trapecio sobre una espada y murió. Fue entonces que una señora del pueblo dijo a los padres que Cihuapilli, la Gran Señora en náhuatl, le devolvería a la vida; recogieron la imagen de la virgen y la colocaron en el pecho de la niña, quien comenzó a moverse poco a poco. Unos artesanos aparecieron y ofrecieron llevarla a Guadalajara para repararla, pero al ir a recogerla solo encontraron a la virgen restaurada y con ropa de lujo, sin rastro de los artesanos, de quienes se dice fueron ángeles.

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Estas leyendas son solo una pequeña muestra de lo que el imaginario popular cuenta y que nutre las tradiciones mexicanas.

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