*Redacción*
El invierno ha llegado y con ello la advertencia de las abuelitas que nos decían que debíamos tomar mucha vitamina C nos viene a la mente, sin embargo, pocas veces entendemos por qué es importante consumir esta vitamina especialmente en esta época. Si bien se asocia inicialmente para reducir las enfermedades respiratorias que se dan sobre todo esta temporada, lo cierto es que también trae otro tipo de beneficios.
Debido a que las condiciones de frío nos hacen más susceptibles, debemos tener un especial cuidado para proteger a nuestras células y no sean infectadas, puesto que los virus prosperan en condiciones más frías y secas, lo que hace al invierno un periodo arriesgado.
La Vitamina C ayuda en primera instancia al sistema inmunológico, así como la piel que llega a cuartearse por las heladas, que si no se cuida puede causar infecciones. Asimismo apoya en la formación de colágeno, la curación de heridas y el mantenimiento de la salud de los cartílagos, huesos y dientes.
En primera instancia, el colágeno es responsable del crecimiento y la reparación de los tejidos, por lo que es necesario para construir la piel, cartílagos, tendones, ligamentos y vasos sanguíneos. La Vitamina C ayuda a impulsar gran parte de este crecimiento, así como solucionar los problemas de la piel, especialmente la sequedad, común en invierno.
La mayoría de las frutas y verduras contienen vitamina C, aunque en mayor medida se encuentran en los cítricos como las naranjas, mandarinas y limones. Otros alimentos que también la contienen son fresas, kiwi, mango, papaya, arándanos, piña y verduras como el brócoli, pimientos verdes y rojos, frijoles, tomates, patatas y col.
Para identificar si tienes deficiencia en vitamina C se puede percibir en los siguientes síntomas: cabello seco y partido, gingivitis y encías sangrantes, piel áspera, seca y escamosa, disminución en la rapidez de la curación de heridas, facilidad para hacerse moratones, hemorragias nasales y una inmunidad débil.
A.C.