La cacería del venado con arpa, tradición que agoniza

*Eréndira Zavala C.*

Foto: Ilustrativa

En el norte del país, entre Sonora y Sinaloa, sobrevive, apenas, una de las tradiciones indígenas más antiguas: la cacería del venado con arpa. Este ritual, practicado por la comunidad Mayo-Yoreme, es además de una actividad de subsistencia, una conversación sagrada entre los hombres y la naturaleza, una ceremonia que honra al venado como mensajero de los dioses y símbolo de la vida misma.

La ceremonia comienza cuando la comunidad prepara un espacio de respeto, los músicos afinan el arpa, el violín y el tambor, y los cazadores se purifican. En esta tradición, se persigue al venado con calma y humildad: se le canta, se le danza y se le pide permiso. La música es la guía del espíritu de la caza, cada una de las notas del arpa y el tambor son una súplica y un agradecimiento.

El venado, para los Yoreme, es un ser sagrado que representa la conexión entre el hombre y los dioses, entre la tierra y lo divino; tan así que en los cantos tradicionales se le pide que “preste su cuerpo” para alimentar a la comunidad. Por eso, después de la cacería, se realizan ofrendas y rituales para devolver el equilibrio a la naturaleza.

Sin embargo, esta tradición se enfrenta ahora al olvido. La urbanización, la migración y la pérdida de la lengua yoreme amenazan con borrar su herencia. Cada vez menos jóvenes aprenden sus cantos, tocan el arpa o conocen el significado profundo de la ceremonia; muchos prefieren buscar oportunidades en la ciudad o emigrar, y las historias y saberes se están perdiendo. Por otro lado, las leyes de caza, el desinterés institucional y el cambio en las dinámicas sociales han reducido los espacios para que esta ceremonia continúe; pues lo que antes era identidad y sustento para los mayo-yoreme, hoy casi no se practica.

No obstante, según algunos antropólogos, los ancianos de la comunidad y organizaciones culturales luchan por documentar esta ceremonia, comenzando con talleres en escuelas y centros comunitarios para que los niños aprendan a tocar el arpa, a cantar en lengua yoreme y a comprender que esta tradición es parte de su historia.

Esta tradición que nos recuerda que una cultura está viva mientras su gente la honra; preservarla es responsabilidad de todos los que creemos que las raíces de México son tan valiosas como su futuro.

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