*Eréndira Zavala C.*

Se acerca el Día de Muertos, una celebración que une pasado y presente, vida y muerte. En el municipio de Huaquechula, en el estado de Puebla, para estas fechas, se construyen altares monumentales como testimonio de arte, devoción y respeto hacia los difuntos.
Cada año, entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre, Huaquechula es visitada para admirar estas obras maestras del arte popular, que más que una ofrenda, son muestras visuales y espirituales que reflejan la cosmovisión indígena y católica del lugar.
Estos altares se construyen con tres niveles que alcanzan hasta 3 metros de altura y cada nivel tiene su significado: el primero, representa la tierra, el lugar de los vivos; el segundo, es el cielo o el espacio intermedio, y el tercero, simboliza el paraíso, donde habitan las almas. Los altares se cubren con telas blancas, representando la pureza y el luto, y se decoran con flores, velas, frutas, pan de muerto, fotografías y objetos personales del fallecido. Al centro del altar, se encuentra el retrato del último difunto enmarcado con espejos para reflejar a quien lo vea, y recordarle que la vida y la muerte son parte de lo mismo.
Los altares pueden tardar semanas en construirse y deben involucrarse todos los integrantes de las familias pues son instalados en las casas de quienes han perdido a un ser querido recientemente, y abren las puertas para recibir a los visitantes, quienes entran a admirar los altares y ofrecer una oración. Además, los familiares ofrecen a quienes asisten platillos típicos como mole, tamales, chocolate y pan.
Huaquechula ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad dentro de la celebración del Día de Muertos en México, debido al sincretismo que contiene la celebración. Los huaquechulenses creen que las almas de los difuntos regresan los días 1 y 2 de noviembre para convivir con los vivos, y los detalles en los altares son sus guías en el camino de regreso.
En Huaquechula, el Día de Muertos no se llora, sino que se celebra con respeto, belleza y gratitud; entre el incienso, la luz de las velas y el murmullo de las oraciones, cada altar es una demostración de amor que trasciende el tiempo y un recordatorio de que mientras los muertos sigan vivos en la memoria, ellos continuarán acompañándonos en vida.