*Eréndira Zavala C*
A la ciudad de Zacatecas la conocí cuando estudiaba en la facultad de turismo y tuve la oportunidad de viajar a diferentes lugares de la República Mexicana; el profesor de la materia de mercadotecnia, quien tenía en aquel entonces una consultoría, llevó al grupo de práctica a dicha ciudad con el propósito de que conociéramos -de cerca- lo que implicaba un estudio mercadológico que debía realizar su empresa.
En aquellos años de estudiante, la noticia de trabajar mientras viajábamos de práctica no fue una idea muy bien aceptada; pero hoy a la distancia, me doy cuenta que fue una de las mejores aventuras que pude vivir, pues permitió conocer a Zacatecas desde otra perspectiva, una ciudad conocida como “rostro de cantera y corazón de plata”, distinguida como Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO debido al patrimonio cultural colonial que posee.
Como parte del equipo que realizaría el estudio de mercadotecnia a la población, debimos caminar mucho y entrevistar a grupos específicos de personas, lo que nos dio la posibilidad de conversar con ellos y conocer historias del lugar. Por ejemplo, que debido a su ubicación en un barranco, Zacatecas tiene una calle principal que corre de sur a norte a través del centro de la ciudad, y que esa calle resguarda la gloria pasada en sus edificios coloniales, callejuelas, iglesias y conventos. O en el Jardín Morelos, mejor conocido como Jardín de la Madre, con sus arcos de cantera rosa y donde estuvimos varias horas, conocimos la leyenda del fantasma del Mesón de Jobito que se encuentra a un costado del jardín. O cuando visitamos el hotel Quinta Real adaptado alrededor de la plaza de toros construida en 1866, historia contada por uno de los meseros del restaurante.
En esa práctica, el último lugar donde aplicamos encuestas fue en la Catedral Basílica, hermosa construcción de cantera rosa y obra destacada del churrigueresco, sin atrio y con una campana forjada con joyas y monedas de los zacatecanos que “canta” al amanecer y anochecer con un sonido característico. Al terminar, nos reunimos con el profesor en la cafetería Acrópolis, muy cerca de la Catedral, donde expusimos lo acontecido durante el día mientras descansábamos y pedíamos algo de cenar.
Visitar la ciudad de Zacatecas de esta manera, nos permitió sentirla afín a nosotros y al mismo tiempo, apropiarnos de su calidez y historia, quizá por ello, la recordamos con cariño y con detalles tan exactos, pues la ciudad quedó grabada en nuestra memoria.