*Eréndira Zavala C*
En nuestro país, es tradición escuchar a nuestros abuelos contar historias acerca de remedios, curanderos y creencias que nos cuidan y protegen. La magia y la superstición han existido en el mundo desde siempre como una manera de entender los fenómenos de la naturaleza, y ante el asombro y el temor que provocan se busca, de alguna manera, influenciarlos para la conveniencia de cada uno. Los antepasados creían que dentro del hombre existía una fuerza vital que lo conectaba con la entidad creadora, por ello la comunicación entre las entidades divinas y profanas era posible y por tanto se podían conocer los designios y planes divinos.
Desde la época prehispánica, magia y religión han estado presentes completamente unidas, los mundos sagrado y profano se consideraban una misma cosa y mediante ritos y ceremonias mantenían el ritmo cósmico, donde los participantes, buscaban aumentar sus fuerzas mágicas con autosacrificios, penitencias u ofrendas. Las ceremonias para pedir algún favor se realizaban en los lugares donde se creía moraba el dios y ahí mismo, también le agradecían, en ambos casos, con ofrendas, danzas y conjuros.
En la búsqueda de la prosperidad, fortuna y salud física y espiritual, nuestros predecesores utilizaban amuletos proporcionados por hechiceros o brujos (quienes, según se creía, eran predestinados a serlo o elegidos por las deidades); y también realizaban ritos purificadores y de protección en contra de la envidia, el coraje o el engaño.
Con la Conquista, ritos y creencias fueron eliminados, pero algunos perduraron e incluso se fusionaron con las creencias europeas y asiáticas; además, muchos de ellos tuvieron la influencia cultural africana con la llegada de esclavos a los estados de Veracruz, Campeche, Chiapas y Tabasco.
Estas certidumbres acerca de que los hechos naturales y sobrenaturales pueden ser interpretados, continúan hasta nuestros días con -por ejemplo-, las lecturas de mano, café y tarot. Así, la idea de que la divinidad actúa en el destino puede verse reflejada en acciones cotidianas como persignarse, bendecir los alimentos, usar colores específicos, encender incienso, invocar a los puntos cardinales, llevar amuletos como una pata de conejo… supersticiones les dicen.
Todo esto para sentirnos mejor, sin saber si realmente son efectivas o no para atraer o ahuyentar al destino como no pasar debajo de una escalera, tirar sal en la mesa, ver un gato negro, encontrar una moneda en el suelo, romper un espejo o tocar madera.
La magia y la superstición son costumbres arraigadas -sin un origen exacto- que forman parte de la sociedad moderna como un modo de construir un ambiente seguro y confiable donde podemos desenvolvernos con menor temor a lo desconocido.