*Eréndira Zavala C*
Plateado porqué sí y plateado por su riqueza… Hablar de la plata en México es remontarse a la época prehispánica donde el oro y la plata eran utilizados como símbolos del sol y la luna, el día y la noche, la vida y la muerte; por lo que servían de ofrenda a los dioses y como joyería de las clases alta y sacerdotal.
Se dice que los pueblos mixtecos en Oaxaca, y purépechas en Michoacán, fueron los primeros en trabajar los metales desde finales del siglo IX hasta principios del XVI, puesto que los entregaban a los mexicas como tributo, y éstos los transformaban en joyas y ornamentos (en esta época, la metalurgia extractiva y la orfebrería se llevaban a cabo al mismo tiempo). Desafortunadamente, existe muy pocas o casi ninguna pieza que muestre el trabajo de la joyería en Mesoamérica, debido a que los españoles las fundieron en lingotes y enviaron a España.
Los mexicas llamaban a la plata iztateocuitlatl, que en español significa “oro blanco” (iztac-blanco; teocuitlatl-oro). Moctezuma, a la llegada de los españoles, ofreció espléndidos presentes que motivaron la codicia de los conquistadores, quienes se dieron a la tarea de explorar el Nuevo Mundo en busca de sus ricos yacimientos. Así fue que se descubrieron minas de plata en los estados de Hidalgo, Zacatecas y Guanajuato.
Entre los siglos XVII y XVIII, con el arte barroco, plateros españoles llegaron a México con nuevas apreciaciones estéticas que, aunadas a la experiencia indígena, dieron origen a impresionantes obras de arte como las custodias de hostias, atriles, candeleros, bandejas, cafeteras, fustas, botonaduras, cubertería, aretes y collares de filigrana, camafeos, anillos, entre otros, que daban cuenta del estatus social de quien las poseía, según el trabajo realizado en la platería.
Uno de los centros productores más importantes de plata es la ciudad de Taxco, en Guerrero, que, desde los tributos enviados a Tenochtitlan hasta la fecha, conserva la tradición de sus destacados plateros; otros están en Mérida y Guanajuato, con sus talleres filigranistas; en Oaxaca se utiliza la técnica de la cera perdida en réplicas de joyería mixteca encontrada en zonas arqueológicas; y Puebla continúa con la tradición del acero forjado, cincelado y pavonado con incrustaciones de plata.
De toda la tradición platera en México, me quedo con la de la Cruz de Yalalag que se transmite como regalo de madres a hijas; una cruz hecha de plata fundida y repujada a mano, de cuyos brazos cuelgan otras cruces más pequeñas y una más en el extremo vertical… fe, esperanza y caridad.