El espíritu sencillo y aventurero de la arqueóloga Beatriz Barba Ahuatzin (1928-2021) se vuelve a sentir en estos días en el Museo de El Carmen, a través de la ofrenda de muertos que el recinto ha dedicado a su memoria. La especialista, pionera del estudio de las religiones, iluminó con su inteligencia y curiosidad los pasillos del exconvento carmelita, donde por tres décadas impartió el Seminario de Iconografía Mexicana.
Como recordó la directora del Museo de El Carmen, Eva Ayala Canseco, la investigadora emérita del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien falleció el 29 de enero de este año, fue la primera mexicana en obtener el título de arqueóloga, adentrándose a mundos antiguos ya perdidos y en los confines de la tierra. “Para nosotras sigue siendo ejemplo de fortaleza y capacidad”, expresó.
Lo mismo opinó la subdirectora de Educación Patrimonial del INAH, Carolina Carreño Vargas, al destacar las brechas que la célebre arqueóloga abrió a las mujeres interesadas en las disciplinas antropológicas. Desde el Observatorio de Museos “Raquel Padilla Ramos”, la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones de la institución –dijo– “intenta visibilizar la memoria y los aportes de mujeres que, como Beatriz Barba, estuvieron y están comprometidas con la libertad, la autonomía y la autodeterminación de sus pares”.
Del tesón y bondad de Beatriz Barba dan cuenta las decenas de objetos instalados en la ofrenda: fotografías de sus temporadas de campo en sitios arqueológicos de México y en sus viajes al extranjero en búsqueda de donaciones para lo que sería el Museo Nacional de las Culturas, sus títulos obtenidos en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, su escritorio, sus plumas, sus libros, collares de otras culturas y relojes, un objeto por el que sentía debilidad porque le recordaba el latido de su abuelo.
El tono íntimo de la ofrenda fue posible gracias a la generosidad de sus hijas Martha Elisa, María Cristina y Beatriz, las dos últimas presentes en la apertura, y quienes facilitaron a la curadora Daniela Alcalá Almeida el acceso a la casa de Beatriz Barba en Chimalistac, colonia vecina de San Ángel, donde se encuentra el Museo de El Carmen.
En el altar de muertos dedicado a Beatriz Barba resalta el trabajo creativo del Colectivo de Cartoneros de la Ciudad de México. Su integrante, Elena Ramírez Corona, más conocida como “Araña Madrina”, explicó que en los últimos años se ha reforzado la colaboración con el recinto sanangelino.
Para esta ocasión, explicó, elaboraron calacas apegadas a la iconografía creada por José Guadalupe Posada, en la forma de “la garbancera”, y por Diego Rivera, con la representación de “la catrina”. Baste recordar que este es el personaje central de su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, una calavera ataviada con vestido y sombrero a la usanza francesa de finales del siglo XIX, y una larga estola que remite a la serpiente emplumada, Quetzalcóatl.
En su participación, la representante de la Unión de Vecinos de Tlacopac, San Ángel y San Ángel Inn, Josefina MacGregor, se congratuló de la reactivación de la vida cultural en estas tres colonias del sur capitalino, donde cinco museos, incluido El Carmen, son una parada obligada para colonos y visitantes foráneos.
Respetando los protocolos sanitarios y con un aforo máximo permitido de 250 personas de forma simultánea en su interior, el Museo de El Carmen abre sus puertas de miércoles a viernes de 11:00 a 15:00 horas, y sábados y domingos de 10:00 a 15:00 horas. La ofrenda a Beatriz Barba permanecerá en las salas del Patio de Naranjos hasta el próximo 5 de diciembre.