*Eréndira Zavala C*
Desde hace algunos años, el equinoccio de primavera -establecido el 21 de marzo como su fecha-, es el pretexto para asistir a zonas arqueológicas a “cargar energía”; esta (ahora) tradición se deriva del llamado “New Age” surgido en los años 70 en Estados Unidos, por lo que no tiene ningún punto de encuentro con la cosmovisión e idiosincrasia de nuestros antepasados mesoamericanos.
Para comenzar el equinoccio es un evento astronómico que se origina cuando el cenit y la luz del sol se posan sobre el ecuador de manera vertical, dando el efecto de ausencia de sombras en esa región; en los demás puntos de la tierra, se crea una sombra que se somete a la inclinación en la circunferencia hacia el hemisferio norte o sur, dependiendo de que polo sea el más cercano, lo que genera que la noche y el día sean iguales en todo el mundo.
Ahora bien, en la antigüedad, las sociedades mesoamericanas ponían especial atención a los fenómenos astronómicos, tan es así que construyeron observatorios en algunos centros ceremoniales como Chichén Itzá, Yuc. o Monte Albán, Oax. A partir de la observación del cielo, elaboraron calendarios que tenían que ver con los periodos agrícolas y la temporada de lluvias.
El mes de marzo era conocido por los indígenas como Tlacaxipehualixtli, “renovación de la tierra”, un equivalente a la primavera occidental; en ese periodo se realizaban ceremonias religiosas que anunciaban el renacimiento de la naturaleza y eran dedicadas a los dioses para propiciar abundantes cosechas y evitar desastres naturales; en estas ceremonias, principalmente ofrendadas al dios Xipe-Totec, se sacrificaban prisioneros capturados en batalla, se les sacaba el corazón y el resto del cuerpo se entregaba al pueblo para que tomaran una porción de carne que cocían con granos de maíz y chile (potzolli o pozole).
Este origen estudiado por distintos historiadores dista mucho de las celebraciones actuales dedicadas al equinoccio de primavera; algunos investigadores consideran que es una amalgama entre elementos prehispánicos y tendencias como el ecologismo y la noción energética, en el uso de ropa blanca y la revalorización del medio ambiente. Sin embargo, las zonas arqueológicas no fueron construidas para este fin y estos rituales de “recarga de energía”, ponen en riesgo sus estructuras.
Aunque es increíble que queramos conectar con nuestras raíces y acercarlas al presente, vale la pena que repensemos la forma en la que lo hacemos y celebremos entonces de manera armónica este 21 de marzo, en beneficio de lo que nuestros antepasados construyeron para reverenciar a la naturaleza.