“Desde que tengo conciencia mi vida ha funcionado en torno a la música. Mi padre era músico folklórico y a los 15 o 16 años me di cuenta que ya no había más opción para mí. No había posibilidad de sentir emoción más que con la música, hacia la cual siento un amor que nunca ha mermado”.
Con estas palabras, Vicente Saquicoray Ávila, director de la Orquesta de Cámara de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), habla de una vida dedicada a la música, de una pasión que nació en su natal Perú.
“De los 5 a los 12 años yo hacía lo mismo que mi padre. Tenía mi grupito que se llamaba Ladrón de Corazones, con charango, una quena, una guitarra e íbamos de fiesta en fiesta, a tocar para un santo o una virgen, y nos daban comida y bebida”.
Entonces conoció a Oscar Badillo, músico que hizo casi toda su carrera hasta el final de su vida en Alemania, quien lo escuchó tocar y le advirtió que tenía elementos para ser músico profesional.
“Me dio una pequeña beca para estudiar en la casa de cultura de la provincia de mi pueblo, que es Huancayo, donde tuve oportunidad de escuchar a mis maestros tocar el piano y violín, por ejemplo, con sonidos más agradables, más cuidados, más afinados”.
Esta experiencia fue determinante en la vida de Vicente, quien decidió dedicarse a la música clásica, estudiar viola y tomar la oportunidad que se le brindó de ingresar a la Orquesta Sinfónica de Trujillo, una de las ciudades más culturales de Perú y la segunda en importancia de aquel país.
“En Trujillo encontré un movimiento más organizado dentro de la música académica y cambié la viola por el violín, aunque tuve que regresar a aquella cuando nos visitó el director de la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú, Leopoldo de la Rosa Urbani, y ante la falta de ejecutantes de este instrumento y luego de escucharme tocar, me ofreció un puesto en esta agrupación con sede en Lima”.
En la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú Saquicoray Ávila conoció a un músico de apellido Santillana que estaba de visita, tocaba el fagot y quien le hizo la invitación para venir a México, a la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Guadalajara.
“Venir a México era mi sueño desde muy niño. México representa para los sudamericanos un lugar a dónde ir, por su cultura, su historia ysu idiosincrasia.México era algo que quería hacer, pero no había forma porque mi economía no alcanzaba para eso. Sorprendentemente, a los seis meses de aquella invitación llegó mi contrato y mi pasaje, así que me vine, dejando en Perú a mi esposa con mi primer hijo”.
Vicente Saquicoray estuvo un año en la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Guadalajara y una vez concluido su contrato, regresó a Perú, donde lo invadió la añoranza, al grado que tuvo que acudir al psicólogo y al final, tomar la determinación de regresar a México a como diera lugar.
“Ya había apreciado todo el movimiento musical que ocurría en México y eso era algo que no podía tener en Perú, así que hablé con Luis Ximénez Caballero, un gran violinista, compositor y director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Guadalajara, quien me volvió a contratar y tuvo la deferencia de arreglar todo para que pudiera viajar con mi hijo y mi esposa, quien ya estaba embarazada de mi hija”.
Vicente vivía su sueño. Ximénez Caballero exigía a sus músicos trabajar y estudiar, seguirse preparando; sin embargo, la paga no era suficiente, así que “había que trabajar en huesitos para subsistir”.
Entonces, surgió la oportunidad de formar parte de la Orquesta Sinfónica de Xalapa de la Universidad Veracruzana, bajo la dirección de Fernando Ávila Navarro, donde ganaba un poco más y lo escuchó tocar Enrique Bátiz Campbell, quien lo invitó a la Orquesta Sinfónica del Estado de México, “que nació rica, grande y poderosa”.
En Toluca empezó una etapa diferente en muchos sentidos, de mayor exigencia musical, ya que la agrupación tenía muchas presentaciones y tenía como invitados a solistas y directores de todo el mundo, así que no había forma de no engancharse con el progreso.
“En una primera etapa estuve en la Sinfónica mexiquense hasta el 83, cuando Bátiz se fue a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y yo como parte de su equipo musical. Con él regresé en el 90 y estuve hasta 1992. Entonces me fui a la Orquesta Filarmónica de la UNAM, donde estuve durante 12 años, hasta que la compatibilidad de mis horarios como Profesor de Tiempo Completo de la Escuela de Bellas Artes de Toluca me impidió continuar”.
La relación de Vicente Saquicoray Ávila con la Universidad Autónoma del Estado de México surgió los primeros años de la década de los 80 del siglo pasado, cuando participó haciendo la música para algunas obras de teatro y con un quinteto con algunas intervenciones musicales.
Sin embargo, el 28 de julio de 1983, al organizar un concierto conmemorativo a la independencia de Perú, al que asistió el embajador de la nación sudamericana y que presidió el entonces rector Agustín Gasca Pliego, marcó el inicio de la historia de la Orquesta de Cámara de la Universidad Autónoma del Estado de México.
“Tocamos música peruana y mexicana. Las autoridades universitarias me pidieron que el grupo se quedara en la institución, así que a partir de aquel octeto se conformó la Orquesta de Cámara de la UAEMéx”.
Esta agrupación musical tiene una trayectoria destacada en la Máxima Casa de Estudios mexiquense. Además de su participación en escenarios de importancia estatal y nacional, ofrece conciertos didácticos en los planteles de la Escuela Preparatoria, facultades, centros universitarios y unidades académicas profesionales de la institución en todo el Estado de México, con solistas y directores invitados como Enrique Barrios, Félix Carrasco y el mismo Enrique Bátiz.
Con la Orquesta de Cámara de la UAEMéx también nació una nueva inquietud en Vicente Saquicoray: la dirección.
“Gary Petrenko, director de la Orquesta de Cámara de Moscú durante muchos años, me inició en este camino y empecé a entender de una manera diferente el disfrute del arte de la música, que es mucho más completo desde la dirección que desde la ejecución”.
La preparación de Saquicoray Ávila continuó con los maestros Virgilio Valle y el propio Enrique Bátiz. Además, se inscribió a los grupos juveniles del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y de la OFUNAM lo becaron para realizar estudios en Canadá.
A sus 75 años de edad, Vicente Saquicoray Ávila, director de la Orquesta de Cámara de la Universidad Autónoma del Estado de México, una de las agrupaciones artísticas más longevas de la institución, considera que la dirección implica estudio constante.
“Un director de orquesta armoniza a los músicos y les crea una idea de la obra musical, que, por supuesto, tiene que estudiar a profundidad. Hay que estudiarla a nivel técnico, de composición y emocional, investigar la vida de los compositores y llegar al escenario con una propuesta personal, original. El desgaste de un director es mucho mayor y por eso a veces terminan con grandes crisis de depresión”.