*Gaby L.C*
El cacao es uno de los cultivos representativos de la cultura mexicana, es originario de nuestro territorio, pero se da en otras zonas, ha formado parte esencial de las costumbres, tradiciones e incluso estructuras sociales de nuestros pueblos originarios, en épocas prehispánicas su semilla fungía como moneda de cambio, era un elemento tan valioso.
En la cultura maya se le asociaba con el simbolismo del inframundo por necesitar la sombra del cacahuananche para crecer. Fueron los primeros en domesticar el cacao y, posiblemente, lo expandieron hasta llegar al altiplano de Teotihuacán.
De ahí que este fruto formó parte de la cosmovisión de las culturas prehispánicas de todo México, y tiene su leyenda.
Se dice que Quetzalcóatl robó este preciado fruto del edén de los dioses para que los hombres tuvieran este alimento y pudieran desarrollar la sabiduría, el estudio y la capacidad de hacer arte, cualidades que eran exclusivas de éstos.
Pero su acción hizo enojar a los dioses, quienes le tendieron una trampa para que se emborrachara con pulque y perdiera el sentido, tras recobrar conciencia, Quetzalcóatl se sintió avergonzado con ellos por dicho acto, y decidió huir del paraíso, no sin antes esparcir las semillas de cacao en tierras fértiles de los estados de Tabasco y Veracruz, en donde florecieron bellos árboles de cacao.
Derivado de ello este cultivo solo podía ser exclusivo para los guerreros y los altos sacerdotes, tenían la creencia que al comerla o beberla se podía entrar en contacto con los dioses, por lo que sigue siendo un elemento representativo de nuestra cultura, y al compartirlo con el mundo, se dice “se comparte también el regalo de Quetzalcóatl, que representa el inmenso amor por la humanidad”.
Por lo que, en nuestro país este 2 de septiembre es su día, así como el del chocolate con el objetivo de propiciar el consumo de cacao mexicano, así como extender los conocimientos que se tiene sobre el mismo. La celebración de este cultivo se debe principalmente a que solo tiene dos periodos de cosecha al año, y uno inicia justamente en estos días.
México a pesar de sus condiciones climáticas para ser uno de los principales productores de cacao en el mundo no lo es, el principal es África del Oeste, América Central, Sudamérica, las ocho regiones donde más se produce son: Costa de Marfil, Indonesia, Nigeria, Brasil, Camerún, Ecuador y Malasia.
En el caso de México, anualmente se producen 28 mil 399 toneladas, principalmente en los estados de Tabasco, Chiapas y Guerrero; es un cultivo indispensable para la elaboración de chocolates, y que a partir de él también se producen otro tipo de bebidas, como lo son el pozol, tejate y el tezcalate.
Pero el principal productor de cacao es Tabasco, entidad que aporta el 64.5 por ciento del volumen nacional, seguido por Chiapas con el 34.5 por ciento de la producción nacional.
En el caso del chocolate, México debe sentirse orgulloso al darle uno de los regalos más hermosos al mundo, y formar parte de la historia del país desde hace siento de años, con el “Xocolatl”, una mezcla de la pasta y manteca de la semilla del cacao con especies y agua, dando como resultado una bebida de sabor fuerte, espesa y con efectos estimulantes.
También se preparaba con miel o flores, se le agregaba pimienta gorda, achiote, acuyo o hierba santa y también pinole. Al ser símbolo de riqueza, la jícara en donde se servía estaba adornada con una cucharadita de oro, plata o maderas preciosas.
Esta bebida fue un regalo de los aztecas y el primer extranjero en probarlo fue Cristóbal Colón. Más tarde, la mezcla cultural modificó la tradición, y hasta bebida se le agregó el azúcar y la leche, naciendo así el chocolate, llegando a Europa y expandiéndose por el mundo.
Durante los años de conquista, la bebida del “Xocolatl Azteca” era apreciada no sólo por su sabor, sino por su valor estimulante. Como tal, en una de sus cartas, Hernán Cortés se la describió a Carlos V asegurando que bastaba con una taza de esa bebida indígena, para sostener las fuerzas de un soldado durante todo un día de marcha.
Los nobles mexicanos hacían cocer el cacao con agua y para endulzarlo, le agregaban miel silvestre o jugo dulce de arce, aromatizándolo con un poco de vainilla. La gente sencilla le agregaba atole de maíz para hacerlo nutritivo.
Para conseguir esta preciada bebida, se tostaba el fruto y se molía. A la masa pastosa se le añadía agua, se calentaba la mezcla y se retiraba la manteca de cacao, que posteriormente se batía y se mezclaba con harina de maíz para espesarla. Diversas especias añadidas como la pimienta le daban un curioso y fuerte sabor que no fue muy apreciado por los descubridores.