Cada año, cuando se acerca la Semana Santa, todos nos preguntamos cuándo “va a caer” porque siempre “cae” en fechas diferentes. Las explicaciones están relacionadas con fenómenos astronómicos, como la diferencia entre la duración del año solar, que es el tiempo que dura nuestro planeta en dar la vuelta al Sol (365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos), y la del año común, que es de 365 días y 6 horas o 365.25 días.
“Hay un fundamento astronómico en las diversas fechas de la Semana Santa. Primero tenemos que considerar que el movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol no dura 365.0 días”, explica Armando García de León, investigador del Instituto de Geografía, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El calendario que utilizamos es resultado de una reforma al calendario juliano ordenada por el Papa Gregorio XIII en el siglo XVI. Con esta reforma se compensó la diferencia que se había acumulado desde el año 45 antes de nuestra, cuando el emperador romano Julio César estableció el calendario que se conoció como juliano y que consideraba al año de 365.25 días.
La duración del año solar es menor a la del año juliano, y aunque la diferencia es muy pequeña “al acumularse durante décadas y siglos empezó a retrasar la fecha de la Pascua. Se empezó a ver que podía caer en mayo, cuando debe ser entre marzo y abril, de acuerdo con la tradición católica”, explica el investigador.
Frente a este problema, en 1582 el Papa Gregorio XIII reformó el calendario juliano por el que se empezó a llamar calendario gregoriano, que actualmente utilizamos.
Esa reforma tuvo tres aportaciones, dice el académico. En la primera se eliminaron diez días del calendario: del jueves 4 de octubre (juliano) se pasó al viernes 15 de octubre (gregoriano). El objetivo fue ajustar con mayor precisión la diferencia entre el calendario y la duración de la órbita de la Tierra alrededor del Sol para que las fechas de la liturgia católica coincidieran con el equinoccio de primavera.
La segunda aportación fue la modificación de la regla de los años bisiestos. En el calendario juliano se estableció que un año sería bisiesto cuando fuera divisible exactamente entre cuatro, y esto ocurría cada cuatro años.
“Sin embargo, si el año solar durara 365.25 días estaría perfecto, pero como su duración es de algunos minutos menos que el año común observaron que de todas maneras las fechas litúrgicas se iban a desajustar otra vez, más lentamente, pero se les iban a empezar a perder otra vez.”.
“Para ajustar lo mejor posible los minutos de diferencia, determinaron que los años centenarios que no fueran divisibles entre 400 se eliminarían como bisiestos. Así pues, 1800 y 1900 no fueron bisiestos porque no son divisibles entre 400, pero el año 2000 sí fue bisiesto por esta regla. El próximo año centenario bisiesto será el 2400”, explicó el investigador. “Con uno de cada tres años centenarios se evita un día más, y el desajuste entre el año solar y el año calendario es mucho menor.”.
Domingo de Pascua
La tercera aportación fue la fórmula para determinar la fecha del Domingo de Pascua o de Resurrección, que es de excepcional importancia en el mundo católico.
Según esta fórmula, para determinar cuándo sería el Domingo de Pascua se eligió el domingo siguiente a la primera luna llena después del equinoccio de primavera del hemisferio boreal o norte. “Vea nada más cuántas condiciones”, comentó el académico.
Con esa base, entonces el sábado anterior al Domingo de Pascua va a ser Sábado Santo, Viernes de Crucifixión, Jueves Santo, Miércoles Santo, Martes Santo y Lunes Santo, día en que empieza la Semana Santa.
Es importante mencionar que el equinoccio de primavera no siempre ocurre el 21 de marzo, precisamente por la diferencia entre el año solar y el año común, que es de casi seis horas. Aunque esta diferencia se va acumulando, el año bisiesto le corta un día y los bisiestos centenarios ajustan con mayor precisión. Por estos desajustes y desajustes, la Semana Santa puede variar en sus fechas.