*Eréndira Zavala C*
Existen dos características esenciales en la cultura de nuestro país, la creatividad y la habilidad manual de sus artesanos, perfectamente visibles en la elaboración de los juguetes típicos, una expresión artística de la maestría mexicana, su alegría y folclor. Esos juguetes que han sido usados para divertirse desde tiempos muy antiguos; esos hechos principalmente con madera de patol o colorín, cartón, engrudo, barro, tela, hoja de lata o alambre y decorados con colores brillantes.
Los juguetes tradicionales no tienen un origen definido, se cree que desde épocas prehispánicas se usaban diversos objetos como juguetes; entre los pocos hallados en algunas zonas arqueológicas hay figurillas de animales con o sin ruedas y balones de caucho o hule. Después de la Conquista, los juguetes fueron usados como una forma para definir roles de género, a los niños se les daban trompos, tanques de guerra, carritos, canicas, pistolas, resorteras, animales y herramientas; mientras que para las niñas eran las muñecas, cocinas, juegos de té, trastos de cocina, ropa de bebé y muñecas, escobas pequeñas, carriolas, cuerdas para saltar y maquillaje. De ahí que una característica de los juguetes populares sea que son representaciones en tamaño pequeño del mundo adulto, creando un nexo entre el mundo imaginario y la realidad cotidiana. Además, cada juguete es único y especial pues su elaboración depende de la región donde se realiza, el talento del artesano, su estado de ánimo, los materiales y herramientas usados, en estas artesanías no hay un juguete idéntico a otro, aunque sean parecidos.
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Entre los juguetes tradicionales más conocidos se encuentran el yoyo (que se juega hasta de manera profesional), el trompo, el balero, la pirinola, el atrapanovios, la matraca (que da vida a juegos deportivos), la lotería, la tablita mágica, las canicas, la matatena y el rehilete.
México es el tercer productor mundial de juguetes, después de China y España, con más de 220 fabricantes. Los artesanos mexicanos son capaces de crear máscaras, muñecas de trapo, carros y aviones de madera, resorteras, boxeadores y juegos de cocina, vendidos en muy poco dinero y despreciados por las nuevas generaciones, a pesar de las horas de trabajo, la imaginación y la historia de la comunidad donde se hacen.
La magia de los juguetes populares radicaba en la chispa que provocaban en los niños para que a través de su imaginación jugaran, se divirtieran y entretuvieran creando historias y aventuras, una invaluable tradición que debiera rescatarse.
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