Pan de Muerto, la fraternidad hacia los seres queridos que se adelantaron

*Gaby L.C*

Foto: Especial.

En México, el Pan de Muerto es mucho más que un postre tradicional. Es un símbolo de amor, memoria y unión familiar que da vida a una de las celebraciones más importantes del año: el Día de Muertos. Cada otoño, este pan ocupa un lugar especial en los altares y ofrendas, recordándonos que el cariño y las tradiciones pueden trascender el tiempo.

Además, es uno de los manjares más esperados por los amantes del pan que nos regala la gastronomía mexicana. Se sabe que su historia no solo se relaciona con el placer de disfrutar esta tradición, sino que también establece un vínculo único con las raíces culturales y la historia de nuestro país.

Su forma está llena de simbolismo. Cada parte tiene un significado que conecta con nuestras raíces y con la visión de la vida y la muerte en la cultura mexicana: su historia se remonta a la época prehispánica, cuando los aztecas y los mayas honraban a sus fallecidos a través de rituales.

Estas culturas antiguas creían en la vida después de la muerte y, por eso, celebraban el paso de sus seres queridos al otro mundo. Crearon ofrendas con una variedad de “panes” de diferentes formas, incluyendo uno en forma de “mariposa” elaborado a partir de amaranto molido mezclado con sangre y otro conocido como “pan ácimo,” hecho de maíz tostado y seco.

Después de la llegada de los españoles, el pan de amaranto fue reemplazado por el pan de trigo, que era más fácil de obtener y menos violento: sugirieron a los locales la preparación de un pan de trigo cubierto de azúcar roja simbolizando cada uno de esos corazones sin la necesidad de llegar a que nadie perdiera la vida, y con el paso del tiempo se convirtió en el que hoy disfrutamos desde los primeros días del mes de octubre hasta el 2 de noviembre.

Colocar un Pan de Muerto en el altar es una forma de honrar la memoria de quienes partieron. Se ofrece junto al agua, la sal, las velas y las flores de cempasúchil, simbolizando hospitalidad, amor y bienvenida. En muchas familias, este pan se comparte al final de la celebración, como un recordatorio de que el amor que unió sigue vivo en cada recuerdo, y su forma significa lo siguiente:

  • Forma circular: representa el ciclo de la vida y la muerte, el inicio y el fin que se entrelazan eternamente.
  • Círculo central: simboliza el cráneo o el corazón de los difuntos, recordando su presencia en la ofrenda.
  • Huesitos: hacen alusión a los huesos y las lágrimas derramadas por los que ya partieron.
  • Cantidad de huesitos: generalmente tiene de 4 a 6, que representan los puntos cardinales, dedicados a los dioses aztecas que guiaban el camino de las almas.

Se dice que cuando se espolvorea con azúcar blanca se están representado los recuerdos dulces de quien ya partió; mientras que en otras regiones se pinta con rojo, evocando la sangre como vínculo entre los vivos y los muertos.

Aunque hoy en día el pan de muerto clásico se presenta en muchas variantes —desde cubierto con chocolate o relleno de nata, cajeta u otros sabores, hasta las versiones tradicionales con azúcar o ajonjolí—, no podemos dejar de lado sus expresiones regionales. En cada zona del país adquiere formas, sabores y significados únicos que reflejan la identidad local y su relación con los difuntos, y aquí te dejamos una lista de las diferentes formas de este delicioso postre mexicano.

Guanajuato. Los panes se moldean con forma de figura humana. Para los adultos se decoran con glaseado blanco y un punto de azúcar rosa al centro; para los niños son totalmente blancos. Se les conoce como almas o fantasmas.

Hidalgo. Existen las tradicionales pelucas, originarias de la comunidad otomí del Valle del Mezquital. Son panes ovalados, lisos y de color rojo, sin azúcar espolvoreada. También se elaboran las moriscas y el xantolo: el primero se prepara con harina, canela, huevo y pulque; el segundo toma su nombre del Xantolo, festividad huasteca del Día de Muertos. Suele tener forma humana, con brazos y piernas, decorado con colores o de manera natural.

Ciudad de México. Las despeinadas son una variante colorida y popular originaria de Mixquic. Se trata de rosquillas decoradas con azúcar de colores, principalmente rosa. Existe también una versión en forma de mariposa, dedicada a las niñas fallecidas, bajo la creencia de que se transforman en este insecto.

Oaxaca. El pan bordado de muerto combina trigo, anís, canela y manteca. Se decora con motivos florales hechos de masa y pintura vegetal, e incluye una carita de masa pintada con rasgos humanos o de calavera. También destaca el pan de yema, preparado con yemas de huevo y cubierto con semillas de ajonjolí; su miga es suave y aromática. En estas fechas, suele añadirse una pequeña imagen de rostro que representa el alma del difunto.

Michoacán. Se elabora el llamado pan de ofrenda, preparado con harina de trigo, levadura de soya, azúcar y sal. Tiene diversas formas y colores.

Oaxaca (Istmo de Tehuantepec). Las regañadas son originarias de los pueblos zapotecas. Representan a las ánimas de las personas y animales fallecidos. Se elaboran con harina de trigo, huevo, azúcar, manteca de cerdo, mantequilla y sal, y se espolvorean con azúcar y canela antes de hornearse.

Puebla. Destaca el gollete, similar a las despeinadas, aunque con un simbolismo distinto.

Guerrero. El pan de muñeco es esencial en las ofrendas. Tiene forma humana, se adorna con azúcar rosa o de colores, y simboliza la sangre y la vida.

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