*Eréndira Zavala C*
El dolor de perder a un ser querido es profundo e inmenso, tan sordo que los sentidos se encuentran adormecidos ante la avalancha de emociones que se presentan. Existen en México, sin embargo, algunas costumbres que tratan de aliviar los sentimientos del alma de los deudos y, al mismo tiempo, allanar el camino que los difuntos han de recorrer hacia su descanso; una de estas tradiciones son los rezos que se hacen por nueve días.
En la antigüedad, los griegos y los romanos ofrecían distintas oraciones y variadas ofrendas a sus dioses con la intención de pedir por el buen arribo del alma al mundo de los muertos. Con el paso de los años, los cristianos siguieron con la costumbre en cuanto al número de días, ya no con el mismo fin ni de la misma manera, sino con los propósitos que la cristiandad había establecido, como la gloria eterna.
Ahora, es a partir del sentir de los familiares que esta práctica se lleva a cabo, tan es así, que de esta forma los seres queridos pueden vivir su duelo en compañía de personas allegadas basándose siempre en la fe y creencias que profesen. Algunos solamente solicitan y asisten a las misas por esos nueve días y agradecen a quienes concurren; otros más, además, ofrecen un pequeño convite donde hay cabida para recordar al difunto con anécdotas y experiencias vividas a su lado.
Sea cual sea el modo de hacerlo, lo significativo de esta tradición es la oportunidad de conservar en la memoria los momentos tenidos, recordarlos con buena intención, vivir un duelo que permita la aceptación y asimilación de lo sucedido y, como colofón, contar con el cariño y apoyo de quienes están cerca de nosotros para transitar por los escollos que esos días representaran.